Gatti y Asociados

domingo, 27 de septiembre de 2009

Heladeria Blancanieves

Blancanieves es una conocida heladería y panchería de barrio ubicada en Paunero 2024, Martínez; entre la Avenida Alvear y Ladislao Martínez, a una cuadra de la estación Martínez del ramal de tren Retiro-Tigre.


No es la primera vez que estamos en pleno viaje a algún restaurante y alguno de nosotros “tira” la idea de cancelar todo e ir a Blancanieves… lo de anoche no fue la excepción: a dos cuadras del primer destino gastronómico apareció la idea y fue aceptada al instante por todos. Hace mucho que no iba a este lugar y la propuesta, siendo el conductor del auto, me pareció fantástica. Si van por la noche siempre van a encontrar lugar sobre Alvear, sin importar el día de la semana. Nosotros estacionamos el auto sobre Paunero, casi esquina Alvear. Blancanieves es un clásico de la zona y existe desde que tengo memoria, jamás cambio la fisonomía y, salvo las personas que atienden, siempre fue igual.


Al llegar uno siempre encuentra a alguien sentado en las sillas de madera, debajo del techo blanco, comiendo un pancho o un helado aún en época invernal. Al abrir la gran puerta corrediza de vidrio y marcos amarillos, nos recibió el empleado encargado de panchos y el cajero de turno. Obviamente los mas antojados del grupo fueron los primeros en pedir sus panchos. La preparación se hace a la vista, en dos recipientes de aluminio sobre el mostrador conteniendo uno los panes (calentitos y esponjosos) y el otro las salchichas (cocción al vapor). Rápidamente el empleado preparo los 5 panchos con sus respectivas salsas a elección. Estas espectaculares salsas pueden ser de crema de cebollas, de queso, provenzal y Mostaza con miel. Nótese cuando vayan que la salsa de Mostaza y miel es marca SOZ. Acto seguido uno de nuestro grupo pidió un milkshake de frutilla que también fue preparado frente a nosotros y hecho al instante, de gran tamaño y muy muy espeso. Hay que destacar que la limpieza es algo muy tenido en cuenta por los dueños de Blancanieves, ya que todo siempre esta limpio y ordenado, no utilizan tablas de madera, el piso rara vez muestra líquidos, grasa o suciedad, siempre lavan los utensilios apenas terminado de usarlos y jamás dejan algo librado al azar.


Justo al terminar la elaboración de nuestro pedido, las dos sillas de madera que están en la calle se desocuparon y nos ubicamos para comer, cada uno con su pancho y las bebidas. Pueden imaginarse que “la comida” no tuvo mucha duración, pero si el tiempo que nos quedamos charlando ya que la ubicación de estas sillas, su comodidad y el clima, invitaban a quedarse. Siempre las sillas de madera tardan en desocuparse debido a que los clientes suelen quedarse mucho tiempo, lo cual no es problema ya que en el interior del local hay una gran bancada. También, al comer dentro del local, uno puede ver detrás de la caja como trabajan las maquinas de helado e imaginar (por lo menos en mi caso) el proceso, especialmente en el chocolate


Terminada la cena y al decidir que nadie iba a pedir un helado, nos dirigimos a la caja y pagamos. En Blancanieves no insisten con que uno pague primero y consuma después, algo sumamente agradable y poco común hoy en día, notando la vieja costumbre de un negocio familiar de los que pocos quedan.


Mientras nos retirábamos comentamos la gran diferencia que hay en el consumo de panchos con respecto a los helados; rara vez se ve a alguien comiendo helados, en cambio panchos hay por doquier. En lo personal, no soy muy fanático de los helados de Blancanieves, pero eso no significa que no sean ricos; La frambuesa y el mascarpone son para recomendar. Eso si, los precios son realmente caros, especialmente el pancho ya que no es grande pero, junto con la panchería Coquito, son lo mejores panchos de Buenos Aires.


El Precio? $6 el pancho, $15 el milkshake, $5 la lata de coca.


Datos útiles: 793-6824 http://www.hblancanieves.com.ar/
horario de atención de 12 a 24 horas





http://www.hblancanieves.com.ar/WebHome.jpg

lunes, 21 de septiembre de 2009

Itamae Sushi

Itamae Sushi es una cadena de restaurantes de comida japonesa. La sucursal visitada fue la de Avenida del Libertador 13652, Martínez; entre las calles Ladislao Martínez y Juan José Paso. Si van en auto desde San Isidro hacia Capital Federal por la Avenida Libertador, tengan cuidado porque no dispone de ningún cartel visible para el conductor y fácilmente uno puede pasarse. Nosotros tuvimos que estacionar en la esquina siguiente sobre Juan José Paso debido a que nos pasamos. Igualmente hay un estacionamiento dentro del lugar.


Conocí Itamae Sushi por medio de una interesante publicidad que apareció un día en mi buzón y desde entonces ya he utilizado el servicio de delivery en muchas oportunidades. Ante la satisfacción generada en repetidas ocasiones, el viernes pasado nos decidimos por conocer la sucursal de Martínez, invitando a una pareja amiga con previa reserva hecha el día anterior. Dicho y hecho, 9 y media de la noche ingresamos a esta anaranjada sucursal siendo recibidos por una recepcionista que, con una agradabilísima voz, nos indico el box en el que nuestros amigos nos esperaban.


Se acerco una moza ataviada de un delantal negro con líneas claras verticales, indicando que las cartas ya se encontraban en la mesa. Nos dejo tambien un dip de queso blanco y ciboulette con bastones de zanahorias en el centro de la mesa, para luego retirarse con celeridad. El dip era agradable a la vista y de gran tamaño, ideal para lo que suele ser la larga espera para una tabla de sushi; la combinación del dip con las zanahorias acompañaba la conversación y el sabor dejaba entretener. Las cartas que se encontraban a la derecha del plato son interesantes y novedosas; no se asuste si no la comprende al instante ya que esta diseñada de manera tal que todas las posibilidades de sushi queden al descubierto. Pedimos una tabla “Sushi n´ Roll” de 48 piezas y un Teppan-Yaki de Pollo (pollo salteado con arroz, salsa de soja y verduras al wok). Las bebidas fueron aguas, una Pepsi (¡no hay línea coca!) y una caipiroska para mi.


Hecho el pedido me pude dedicar a conocer este nuevo restaurante. Itamae Sushi es naranja y mas naranja, predomina este color en todos los ambientes pero siempre conjugando con el amarillo ocre y otros blancos de alguna iluminación perdida. Ojo, este color no perturba ni molesta, a mí me agradó mucho. Puede llegar a decirse que, con el correr de los años, el inconciente colectivo llevara a concluir que el naranja y la comida japonesa es Itamae Sushi. El box donde estábamos era cómodo, con una mesa de buen tamaño para poder contener todos los platos de los comensales pero sin quebrar conversación alguna. Arriba nuestro, una gran pajarera de madera revestida en su piso con una placa de naranja marmolado hacia de lámpara acertando en la ambientación, especialmente frente al destello amarillo que sucedía dentro; nos descubrió a todos varios minutos observándola y logrando ser parte de la conversación de la noche. Pude ver la barra en donde elaboraban el sushi ya que esta integrada al restaurante, dos señoritas eran las manos creativas de la cena dejando una nueva palabra en el vocablo gastronómico: Sushigirls… con mucha onda. En si uno puede notar que en Itamae Sushi el orden predomina, se puede notar a un caballero de traje que controla los movimientos de las mozas y la recepcionistas, colabora con los platos, ayuda en la barra; quizás se mueve mucho, un traje mas oscuro ayudaría mas. El movimiento de los empleados esta perfectamente orquestado.


Apareció de improvisto la tabla, el polla salteado y mi caipiroska (tarde), por ende el turismo debía terminar. La tabla era realmente grande al igual que las piezas y los rolls aparecían por todos lados, llenos de colores agasajando al comensal. Las piezas eran principalmente rolls, y niguiris, tal cual la foto que aparece en la pagina web del restaurante. Sin bien sabíamos lo que habíamos pedido, note que las makis eran quizás muy grandes, pero los niguiris de tamaño justo; este pensamiento fue compartido a viva voz entre todos en la mesa junto con el hecho irrevocable de que el queso utilizado distaba muchísimo de ser (o por lo menos parecerse) philadelphia. El arroz estaba preparado de forma normal y el corte del salmón sobre los niguiris era impecable, haciendo de los niguiris la mejor pieza de la tabla. También había unos rolls rebozados y calientes… quizás demasiados. El pollo salteado con arroz y verduras era genuino, muy muy rico; fácilmente podría haber salido de la cocina de Casita China. El arroz estaba crujiente y el pollo en cocción perfecta, junto a dejos de jengibre haciendo solicitar a la moza un poco de salsa agridulce. No es común que en los restaurantes de sushi uno encuentre sorpresas en los paltos principales, Itamae sobresale en este caso y por mucho. Todos terminamos probando del plato y compartiendo la misma conclusión: este arroz salteado con pollo era de maravillas. Sugiero que al chef le extiendan el contrato y no lo dejen ir, el potencial mostrado en el plato presentado no se encuentra todos los días, más aun en un restaurante de sushi. Por otro lado estaba el caipiroska, con una gran rodaja de lima en la decoración del trago que hacia colisión con mi nariz cada vez que me acercaba a tomarlo. El trago presentaba exceso de limas en la preparación y no destacaba en nada. No es algo dilapidario ya que había clase y dedicación en la mezcla, seguramente la próxima vez lo voy a encontrar mas sabroso.


-- “Anda a ver como es el baño y después contame”, me dijo por lo bajo mi amigo cuando volvió del mismo.
Obviamente deje todo en ese mismo instante y me retire raudamente a descubrir el misterio. Me encontré con el baño de restaurante más limpio y cuidado de todos los restaurantes que fui en mi vida. Como será de limpio que este párrafo es dedicado exclusivamente al baño. El piso estaba INMACULADO siendo las 10 y media de la noche y con el restaurante desbordando de gente. Los inodoros “spotless” y las uniones de los zócalos como si estuvieran recién instalados. Los lavabos se comparten fuera del baño y estaban… como decirlo… nuevos. El espejo no tenía ni una salpicadura. Me acerqué a una moza y tuve el atrevimiento de preguntarle cada cuanto limpian el baño; me indico que cada media hora. Volví a la mesa y al comentar lo sucedido, concluimos que hoy en día no se encuentran baños realmente limpios en los restaurantes de Buenos Aires, especialmente durante la noche.


Nos quedamos hasta tarde charlando y nunca se nos acercaron a ofrecernos la cuenta, inclusive al decidir que no íbamos a pedir postre. La atención fue magnifica.


Muchas conclusiones se pueden sacar de Itamae Sushi. El sushi es muy gustoso, clásico y acorde a su precio pero no es de primera clase, se nota en el queso que utilizan y en las piezas medio grotescas. Es un restaurante que intenta ofrecer sushi en tablas individuales en vez de tablas grandes y se nota con solo ver la carta; las tablas individuales son variadas en todas proporciones, en cambio la tabla de 48 piezas era de lo más aburrida. Se necesita desesperadamente en Itamae Sushi una tabla de 48 piezas al mismo precio que la “Sushi n´ Roll” pero con variedad. Los niguiris son los más ricos que probé hasta ahora y la próxima vez que vaya voy a pedir un buen combinado. El arroz salteado con pollo ya tuvo su espacio mas arriba en este articulo. El caipiroska no era bueno pero da a entender que el barman sabe de tragos y la próxima vez seguramente será sobresaliente. La atención es para recomendar, solo le falta un cartel que pueda ver el conductor desde el auto.


Recomiendo Itamae Sushi y me declaro habitué tanto de su restaurante como su delivery,


El Precio? $290 entre cuatro personas, propina incluida


Datos Útiles: Teléfono sucursal Martínez: 4898-9070 http:// www.itamaesushi.com.ar
Teléfono general 0810-777-4826



fotos by http://itamaesushi.com.ar/esp/restaurantes.php


lunes, 14 de septiembre de 2009

Morena

Morena es un restaurante de cocina internacional enfocada en pescados y mariscos, que queda sobre Av. Rafael Obligado 4899, Capital Federal. Dicho de otra manera, queda sobre la costanera, 200 metros antes del fin de la cabecera norte del Aeroparque Jorge Newbery, dentro de Puerto Norte y 20 metros luego del local nocturno Jet Lounge.


Luego de unas merecidas vacaciones y una intensa vuelta a la actividad laboral, se me acercó nuevamente un amigo para recordarme que era de mi obligación visitar Morena. Dicho y hecho decidimos hacer caso a la recomendación (o más bien orden amigable) y llegamos el viernes pasado al portón blanco de Puerto Norte a eso de las 21:30, sin reservas y con un hambre voraz. La entrada al restaurante es la misma entrada al puerto deportivo; al acercarnos con el auto apareció un portero que con una amplísima sonrisa nos facilito la entrada y nos indico que Morena estaba al final del muelle. Recorrimos el largo total pasando por los peines de lo barcos y al llegar al final entregamos el auto a los valet parking. Ni bien nos acercamos al alero de la entrada las puertas se abrieron de par en par de la mano de un recepcionista alegre, enmarcado por los destellos ocres y amarillos provenientes del interior.
-- “Muy buenas noches ¿Tienen reservación?”, pregunto cortésmente el trajeado recepcionista.
-- “No, no tenemos reservación”.
-- “Ningún problema, tenemos una mesa con excelente vista de la ciudad para ustedes, acompáñenme por favor”. El recepcionista dio media vuelta invitando a que lo sigamos y nos dirigimos hacia nuestra mesa. Apenas empezó el largo recorrido hacia nuestra mesa notamos que Morena es un restaurante “intimo”, en donde uno puede mantener una cena privada sin caos sonoro y con la luz lo suficientemente tenue como para dejar ver la comida, una circulación de aire fresco inmejorable y esa sensación de “encontré mi lugar” que solo muy pocos restaurantes nos pueden hacer sentir… y todo esto con solo haber hecho 4 cuatro pasos. Pudimos notar la amplia barra de sushi con su respectivo sushiman en pleno trabajo artesanal. Esa barra, de colores eléctricos y atrevidos, pedía a gritos que dejemos de lado la mesa prometida y nos instalemos allí; pocas veces las barras invitan a ser la primera opción y la barra de Morena garantiza una experiencia perfecta. Pasada la barra, nos sorprendimos al estar en plena cocina, algo que jamás me había pasado porque claro: ¡estábamos en un muelle! Esta cocina estaba separada por un vidrio que nos dejaba ver absolutamente cada detalle de la alquimia y como las manos de los cocineros se movían a toda velocidad, mientras los vapores se elevaban y disolvían en el aire. Continuamos hacia la escalera y ya en la planta superior nos dispusimos a sentarnos.


Ya con las extensas cartas en la mano, no nos tomo mucho tiempo elegir. Nos decidimos por dos entradas para compartir: Golosinas de Langostinos y Ostras Gratinadas, acompañadas por un martini de mi parte y una aburrida agua con gas para mi compañero de mesa. Fue extraño elegir tan rápido, realmente el cansancio de la semana y la necesidad de alimentarse pueden crear efectos asombrosos! De plato principal? Pedimos lo mismo, dos Fettuccine Marejada.


Fue recién cuando trajeron las bebidas que nos pudimos relajar y disfrutar del lugar. Morena esta pensado para cenar junto con la ciudad. La vista de Buenos Aires por la noche es excelente en este lugar ya que la las pequeñas luces que se extienden desde el techo tapizado de telas permiten un mínimo reflejo en el vidrio. Estas luces parecen finas ramificaciones de hierro que caen del techo, perdiéndose en la vista y apareciendo como suspendidas en el aire. Note que si bien había concurrencia en el lugar, confirmaba mi primera sensación de Morena: es un lugar donde me siento separado del resto de las mesas y a la misma vez integrado al restaurante. El fundamento es la espectacular aislacion sonora producida por las telas en el techo que logra eliminar su contraparte del vidrio. La mesa estaba perfectamente presentada con su correcto plato para el pan y junto a un detalle para aplaudir: la vela en la mesa estaba rodeada por un vidrio de volados traslucidos y pinceladas de colores, proporcionando un destello que no encandilaba y tenia la misma intensidad que la iluminación del lugar. Junto a la mesa estaba ubicada un taburete de menor altura para las bebidas, la cual permitía alejar las botellas de la mesa pero siempre al alcance de la mano, evitando separaciones y creando una mejor atmósfera.


A todo esto el restaurante estaba lleno, no había ruido, no nos invadían los olores provenientes de los platos en otras mesas, había una perfecta circulación de aire (inclusive estando en la planta más elevada) y la temperatura ambiente estaba regulada a la perfección.


Se acerca un mozo con el respectivo (y muy agradecido) cubierto para mariscos y nos presenta las entradas. Nosotros habíamos ordenado que cada plato tenga de las dos entradas para evitar desmanes y fue cumplido sin ningún problema, mostrando en cada plato los langostinos y las ostras. Los langostinos eran de un increíble tamaño; estaban rebozados sin presentar dejos de aceite ni grasa y se coronaban con una generosa porción de caviar negro, reposaban sobre una crema de batata ESPECTACULAR. Esa salsa lograba algo completamente revolucionario, confirmando la vieja teoría de que “la salsa lo es todo”. Obviamente los langostinos eran deliciosos y bien secos, pero la salsa de batata… vamos a volver a probar esa salsa cualquier día de estos. Las ostras no se quedaban atrás ya que se lograba apreciar el queso sin perder en la degustación la carne de la ostra, fundiendo los dos elementos y sin predominancia del queso. Esto merece un aplauso ya que el queso gratinado era duro, por ende de sabor más salado y agresivo; el chef había logrado la comunión de ambos. A todo esto el martini había sido preparado de manera correcta pero no concordaba con la entrada, el error fue mío y lo admito, debería haber pedido algo más suave.


Note que los tres mozos nos atendían en ningún momento nos descuidaban; estaban atentos y comentaban entre ellos las ordenes de cada mesa para tener un correcto control de su servicio. Pocas veces un restaurante logra que los mozos conversen y se actualicen entre ellos sobre las mesas que atienden, esto muestra que los empleado trabajan en un buen ámbito laboral generando mejor calidad, mejor servicio y todo se comprueba en el paladar del cliente.


De pronto desaparecieron los platos de las entradas y dos platos vaporosos aparecieron frente a cada uno. Cada plato mostraba un sinfín de mariscos por doquier, envueltos entre fettuccines que a simple vista se notaban al dente. Vieyras, centolla, calamaretis y langostinos aparecían por todo el plato mientras la conversación ya se había anulado. La cocción de los mariscos estaba lograda en conjunción, aun cuando cada elemento requiere diferentes tiempos y formas, mostrando un plato simple para el comensal pero de elaborada cocción para el chef. La salsa? Las salsas de Morena con la frescura de los mariscos pueden hacer temblar a cualquier restaurante de Puerto Montt, y lo digo sin tapujos. El caviar se perdía entre la salsa pero los mariscos me arrancaban de Buenos Aires y me llevaban a unas viejas vacaciones en el mar. Solo piensen en el nombre: “Fettuccines Marejada”, el nombre lo dice todo. Ya habíamos dejado de hablar hace rato para quedarnos mirando el plato mientras cenábamos. Comer y mirar la comida sin interrupción de una conversación transmite secretamente la satisfacción de un cliente… ¿Será también por eso que en Morena se encuentra la aislación sonora perfecta?


Felices con nuestra comida y comentando sobre la misma, ya estaba decidido que teníamos que probar el postre; si las entradas y el plato principal habían sido majestuosos, también lo tenían que ser los postres. Cheesecake para un lado y Marquisse con sabayón de menta para el otro. Dicho y hecho, mi marquisse con sabayón de menta era como un After Eight gigante, solo que mas frío, mas grande, mas divertido, con mas menta y muchísimo mas rico (si, mucho mas rico, se que es difícil de creer pero es la realidad). Cuando mi amigo probó mi postre no lo podía creer, no había ni probado su cheesecake y ya quería cambiarla por mi Marquisse!!! El cheesecake era normal, pero la Marquisse lo opacaba de tal manera que tuve que compartirle el plato ante la fuerte insistencia. Solo toco su torta cuando hubo terminado MI postre.

Morena es un restaurante diferente a lo que uno conoce y no me fue fácil escribir este artículo, tanto por la locación como por sus platos. Presenta una barra para sushi y tragos junto con un restaurante de formato clásico pero de extrovertida locación. Yo encontré sabores nuevos, junto con una atención personalizada y oculta a los ojos de los clientes, logrando que el comensal de olvide del mozo e inconscientemente confíe ciegamente en su servicio. Los sabores al ser nuevos, logran orientar a Morena como restaurante a volver, ya que la curiosidad y la sed por lo nuevo, lo perfecto y lo delicioso son irresistibles.


El precio? $295 sin propina entre dos


Datos Útiles: teléfono 4786-0204 o 4788-2521 http://www.morenabeach.com.ar/


fotos by http://www.morenabeach.com.ar/morena-esp.html



fotos by http://www.morenabeach.com.ar/morena-esp.html



http://www.morenabeach.com.ar/imgs/mapa.png