Gatti y Asociados

sábado, 25 de abril de 2009

El Ribereño

El Ribereño es un pequeño club social de vieja estirpe que abre únicamente por la noche. Esta sobre la calle Chile, a 20 metros antes de la calle Rivadavia que bordea las vías del tren Retiro-Tigre, partido de San Isidro. Si van por Avenida del Libertador hacia Tigre, dos cuadras después de la calle Primera Junta se encuentra la calle Chile (en la esquina hay una estación de servicio Esso).


Este restaurante es un clásico de la zona y supo ser un club de bochas fundado hace ya mas de 80 años, devenido en restaurante; sus mesas se ubican donde supieron estar las canchas. Si van con auto difícilmente encuentren lugar frente al restaurante ya que se encuentra lindante a casas de familia, es por eso que recomiendo doblar hacia la izquierda en la vías del tren y estacionen frente a las mismas. Hay una garita de seguridad vigilando la zona. Para poder comer en este lugar hay que reservar previamente mesa (ver teléfono al final del articulo), si van de improvisto difícilmente consigan lugar hasta las 12 de lo noche; generalmente se puede reservar hasta las 7 de la tarde, luego se torna casi imposible. Si consiguen lugar les sugiero que pidan mesa en el salón que da a la entrada, es el menos bullicioso, menos niños corren entre las mesas y sin el ruido de la televisión. Sean puntuales o pierden la mesa. El lugar es de diseño colonial, dos salones de techo alto y sin ningún aislante sonoro, creando un terrible caos de ruidos en el lugar. Una gran heladera para fiambres haciendo de amplio mostrador hace de “centro de mando” y caja. En verano suelen poner las mesas afuera en el amplio patio, lo cual es sumamente agradable por el clima y la noche.


Anoche éramos 4, todos habitues de la casa y ya familiarizados con el sistema y el lugar. Habíamos reservado mesa para las 9 en el hall que da a la entrada y cinco minutos mas tarde estábamos sentados sobre las clásicas sillas viejas desvencijadas frente a una mesa de formica color madera. Llego el dueño, que a la vez hace de mozo, con los individuales de papel cartón, las servilletas de papel y la panera de plástico, lanzo todos los cubiertos en medio de la mesa a modo de montaña de metal. “Como va muchachos? Se olvidaron las novias hoy?” fue el comentario de entrada mientras nos saludaba con la mano a cada uno y sonreía detrás de esos enormes bigotes afrancesados. Nos comenta que además de lo ya conocido, había conejo a la cazadora, brótala al roquefort, bondiola de cerdo, rabas y un par de cosas mas que no logre retener. No hizo falta cinco minutos para decidir el menú y pedimos cada uno su plato: 2 ravioles de calabaza con salsa de champignones, 1 milanesa con papas fritas y una brótala al roquefort, una Sprite de litro y medio para todos. La tertulia SIEMPRE es igual.


El menú? Es el individual color cartón que, además de tener un dibujo caricaturesco de los dos dueños y no decir los precios, explica todas las opciones. Confieso haber probado todos los platos y el mejor plato fijo que tiene la casa son los ravioles de calabaza. Estos son la envidia de las mejores casas de pastas del país, son únicos; y con la salsa de champignones debería ser un plato de $50 mínimo. El resto de las pastas también son excelentes, bien frescas hechas en el día: capelettis y spaghetti con opcional de amasadas con albahaca o espinaca. La salsa de champignones es el arma secreta, bien cremosa, sin maizena o gravy, ideal para acompañar cualquier cosa (muchas veces la pedimos con la milanesa). Las albóndigas son fulminantes, con la misma cantidad de ajo que una salsa pesto y un gusto único y consistente. Carnes? Se puede pedir bife de chorizo pero a uno le advierten que tarda mucho y personalmente creo que no vale la espera, es el único plato débil del menú. Las bondiolas son al horno, como en casa, con papas marineras, arvejas y huevo frito, todo en cantidades. La milanesa, si bien es pequeña también es muy muy rica, diferente a lo que uno esta acostumbrado, con gran cantidad de carne como de pan. Pescado? Este es un tema aparte, El Ribereño tiene tan buen pescado como la Pescadería Don José de Martínez, fresco como si estuviéramos al lado del mar. La brótola al roquefort es bien suave y un pescado magro sin olor mostrando la falta de bacterias. Hay épocas del año donde ofrecen mariscos, frescos como el pescado a precios realmente bajos, encima me da mas confianza comer mariscos en este lugar que cualquier otro restaurante de Puerto Madero. Suelen ofrecer mejillones a la provenzal (no pierdan la oportunidad de pedir esto si se los ofrecen), pulpo a la vizcaína, paella y fideos negros con mariscos (que incluyen pulpos pequeños en abundancia). Las rabas son de lo mejor que se consigue en Buenos Aires, no por la preparación, sino por lo fresco del calamar. El año pasado supimos ir todos los fines de semana a comer pescados y mariscos y dejamos de lado el resto de las ofertas gastronómicas de la zona.


Este es un restaurante tipo fonda/bodegón, con precios súper accesibles y una calidad sobresaliente. Ideal para todos los sibaritas que no están con ganas de protocolo. En lo personal me encanta ir, se come bien y se paga poco.


Precio? $35 por persona. Platos mas elaborados elevan el resultado final. La bebida es de litro y medio y los vinos son los comunes a precio racional.


Datos Útiles: teléfono 4747-2269

sábado, 18 de abril de 2009

Fettuccine Mario

Fettuccine Mario es un restaurante de comida italiana situado en la esquina de San Martín y Estanislao López, o sea Ruta Nacional 8 Km. 54,3, partido de Pilar. Esta a unas 3 cuadras de la panamericana (mano hacia capital), sobre la misma calle de la estación de servicio Shell.


Fuimos anoche para festejar un cumpleaños y ya habíamos reservado mesa para 5. Como ya sabíamos que hay mucha opción para estacionar fuimos en dos autos ya que la concesionaria que esta al lado, sobre la calle Estanislao López, permanece cerrada durante la noche dando amplio espacio para los autos de todos los comensales. También se puede estacionar sobre San Martín, y hay un caballero de traje que “aparenta” cuidar los autos. Es un gran edificio de ladrillos y el cartel es inconfundible; desde el interior la luz amarilla invita a pasar. La primera vez que fui me le presentaron como el mejor restaurante de todo Pilar y es una afirmación que he recibido de ya muchas personas. Ya he ido varias veces y definitivamente no lo es para mí, lo pondría en un TOP 3 de la zona pero no en la cima por diversas razones que voy a explicar mas adelante.


Al cruzar la doble puerta vidriada, nos recibió un mozo que ya conocía a la agasajada y su familia, por ende el saludo fue cordial y la mesa fue indicada al instante, del otro lado del salón y sorteando el poco espacio entre las mesas de un mimbre pintado de blanco. La mesa era circular, grande y alta, simétrica con la enormidad de las sillas y la gran distancia entre el respaldo y el opuesto hacia la mesa, generando la sensación de “poltrona” donde uno se recuesta y peca encorvándose ante la comodidad. La mantelería es impecable, realmente da gusto el algodón en la mesa, su textura y rugosidad impidiendo que la servilleta no sea caiga al piso, el blanco era inmaculado. Las copas no delataban ni una huella dactilar ni mancha de grasa, los cubiertos resplandecían y el plato para el pan con su respectivo cubierto para manteca hacia que el concepto adquirido del lugar vuelva a ser fundamentado. Me llamo la atención durante un largo rato el pequeño centro floral, le daba mayor altura a la mesa y el blanco de la flor junto al estaño del florero no hacían colapsar la vista cuando uno conversaba con la persona de enfrente, era simplemente simple, correcto y extrañamente tranquilizante. El blanco de la mantelería junto a las paredes de ladrillo colorado y las pantallas amarillas de la iluminación me agradaron mucho, ya que me recordaban al den donde mi abuelo leía su diario y generaban un resplandor parecido al de un chimenea. La decoración se basa en propagandas de vinos y otras bebidas alcohólicas, como tubos de presentación y cajas de madera que me recuerdan mas a la decoración que uno encuentra detrás de la barra de cualquier café porteño y no a un restaurante de categoría. El botellón con manzanas (o peras) en conserva de vino tino a modo de decoración cerca del baño me parece sumamente grotesco y burdo, ojala que algún día lo eliminen de la visual; encima con su tinte violeta aporta mas oscuridad a un lugar que no lo necesita.


Apareció de pronto un mozo con 3 menús para 5 personas, un clásico argentino… lastima. El mismo esta escrito por alguien que se intereso en el cliente, ya que facilita de manera asombrosa la explicación del funcionamiento de la casa, evitando una conversación que le quita energía al mozo ya que a veces debe repetirlo varias veces para la misma mesa. El único inconveniente es que cuando uno abre le menú, se encuentra a la izquierda las entradas y a la derecha los postres, luego tiene que abrir la solapa de los postres y debajo encontrar las pastas; y del otro lado los otros platos, junto al contrafrente de los vinos… El menú esta impecablemente escrito pero caóticamente organizado, definitivamente las hojas no fueron organizadas por la persona que las escribió. Sin más deliberaciones pedimos las bebidas y el vino, el cual minutos mas tarde nos informaron que no estaba disponible y ofrecieron un Ruca Malen blanco. Una de las personas de la mesa converso acerca del vino con el mozo y el mismo noto saber de los vinos de la casa por experiencia propia y no por la etiqueta, algo grandioso que rara vez se ve. Solo tres de nosotros pedimos entradas, dos champignones gratinados y una mozzarela frita con salsa pomodoro. Los champiñones eran realmente sabrosos y su salsa blanca notaba un interés en su preparación, el gratinado notaba un plato cocinado con clase. La Mozarella frita no era del otro mundo pero la presentación si lo era, tenían forma triangular y la salsa de tomate notaba un picante ideal llevándome por un momento a arrepentirme del vino blanco y pedir a los gritos un fuerte vino tinto. A todo esto el aire acondicionado estaba apagado y comenzamos a notarlo poco a poco.


El plato principal no fue para mi difícil de elegir; me había quedado con ganas de probar otra vez la salsa de brócoli al olio, solo que esta vez pedí spaghettinis de espinaca en vez de penne rigate. Los demás pidieron fettuccines con salsa de hongos secos y crema, spaghetti con frutos del mar con pomodoro. También del otro lado de la mesa Ella se tentó con la entrada y pidió de plato principal los champignones gratinados. Al lado suyo ordenaron mayonesa de atún también de plato principal. El aire acondicionado se prendía y apagaba de manera inexplicable cada cinco minutos llevando a uno a pensar si el restaurante estaba escatimando en gastos eléctricos al costo del confort de sus clientes, mientras que el mozo servia el agua en las copas de manera tal que todos nos callábamos y mirábamos la violencia con la que caía el agua en la copa. Los platos llegaron en muy poco tiempo y con una tropa de mozos. A mis spaghettinis de espinaca con la salsa de brócoli a olio le faltaban las alcaparras que rezaba el menú (y que habían incorporado la ultima vez que había ido), al ajo se le notaba que no la habían retirado su pepita (o corazón) y tenia tan poco brócoli que tuve que racionarlo. Eso si, los spaghettinis fueron la pasta mas rica que probé hasta ahora, la textura, el sabor, el color, eran secos y a la misma vez no se pegaban; pude notar que tenían unas ínfimas gotas de salsa inglesa (würtze de la marca Maggi, se consigue solo en Jumbo), realmente comer esos fideos compensaban la falta de circulación de aire. El resto de los platos no los pude probar ya que no tengo tanta confianza con los demás integrantes de la mesa. Por lo que pude solamente dedicarme a observar. Los fettuccines con salsa de crema y hongos eran impecables, los hongos gratinados triplicaban en tamaño a los que se pidieron de entrada y la mayonesa de atún… la mayonesa de atún tiene el mismo aspecto en todos lados, desde un restaurante de hotel de ruta hasta el que se prepara en un restaurante italiano. Los spaghettis con frutos de mar era medio escueta en mariscos, solo predominaban las vieiras.


Los 5 mozos que trajeron los platos desaparecieron del panorama durante un largo tiempo, evitando que pudiéramos solicitar mas agua. De pronto el aire acondicionado se volvió a prender y notamos que la falta de conversación no era por la comida, sino por la falta de renovación de aire, lo cual ya no era tomado más en broma.


De lejos nos vislumbro un mozo y se acerco con un menú para cada uno y decidimos por los postres. En este restaurante los postres son una verdadera experiencia gastronómica. Las elecciones fueron dos sorbettes de limón con champagne, un bavaroise con praline (lo he probado anteriormente y debe ser probado obligatoriamente si algún día van), una torta de manzana con helado y un volcán de chocolate (no recuerdo el nombre especifico). Si bien no son difíciles de hacer, los sorbettes eran riquísimos, ideales si ordenaron una comida fuerte y de consistencia. El bavaroise con praline y almendras hacían que me arrepienta por mi elección del sorbette, me las pase mirando como mi vecino lo degustaba de mi poca velocidad. La torta de manzana tenía un aspecto deplorable pero escondía un flambeado exquisito junto a una decoración de caramelo digna de ser considerada arte. El volcán de chocolate no llamaban la atención, pero al primer ataque mostraron ser una verdadera obra de ingeniería, el chocolate desbordante parecía magma negro. Lo único ajeno a mi pedido que probé fue la torta de manzana, el praline ya lo había pedido anteriormente y al verlo recordaba su sabor. El volcán de chocolate es definitivamente una asignatura pendiente.


La conclusión predominante es que el dueño de este restaurante no esta al tanto de lo que ocurre en su establecimiento ya que cada vez que voy algo en calidad, sabor, atención y efectividad disminuye. Es un lugar de comida magnifica y única que en mi opinión se opaca ante el poco poder de policía que ejerce el dueño sobre sus empleados. Ojala que tome cartas en el asunto. En si es altamente recomendable para ir a comer.


Precio? $75 por persona


Datos Utiles: telefono (02322) 429154 / 432370 http://www.fettuccinemario.com/



fotos by http://www.lanacion.com.ar/catalogos/Restaurantes/Galeria.asp?es_id=1258&img_id=907535&es_nom=Fettuccine+Mario&es_zona=Pilar



http://www.lanacion.com.ar/catalogos/Restaurantes/Galeria.asp?es_id=1258&img_id=907536&es_nom=Fettuccine+Mario&es_zona=Pilar


viernes, 17 de abril de 2009

Casita China

Casita China es un pequeño restaurante sobre Avenida del Libertador 13017, Martínez, en el Partido de San Isidro, a una cuadra y media de Paraná (división entre Vicente López y San Isidro) y frente a Snack Bowling.


Este restaurante es un clásico de zona norte y la mejor comida china autóctona y fiel que he comido hasta ahora, tanto en el lugar como en su delivery; y fuimos hace poco para el cumpleaños de mi abuela (le fascina la comida china). Esta en un lugar muy transitado por vehículos debido a los dos restaurantes que tiene a su lado y el Bowling enfrente junto al supermercado Carrefour; así que pueden estacionar sobre Libertador en la vereda del supermercado o sobre la calle Pasteur justo antes de la avenida.


Esta última vez éramos muchos a la mesa y la primera impresión al entrar nunca cambia: empapelado amarillento, luces chinas en forma de globo e iluminación tipo tubo fluorescente amarillo; efectivamente estamos en Casita China. Que no los desanime la ambientación, en serio, dejen eso de lado, están en un lugar donde la comida es autentica, fresca y perfectamente hecha. Si por alguna casualidad buscan cocina fusión les recomiendo que den media vuelta y se vayan. Hay un solo mozo que atiende a todas las mesas y es el que invita a sentarnos, “tira” los cubiertos y platos en la mesa y trae los menús. A esta altura deben estar pensando en algo tipo fonda…bueno, más o menos lo es. El menú es algo largo y complejo, da muchas variedades y combinaciones. Si no están acostumbrados a este tipo de comida y van de a dos, les sugiero elegir dos platos que a los dos les guste y así poder compartir. Nosotros pedimos un varieté de platos para ir compartiendo. Pedimos de entrada arrolladitos primavera, las cuales son grandes. De plato principal Chow Mien de verduras, Chop suey mixto, un arroz mixto y Chow fan de carne. Quise pedirme una sopa Wan Tan, pero no pude ante los requerimientos de los demás. Todos los platos impecables como siempre, las verduras bien frescas y la comida permaneciendo siempre bien caliente, delatando que fue hecha en le momento y no recalentada como en algunos otros restaurantes chinos. Lo único malo fue el clásico error de Casita China con el Chow Mien, ya que utilizan fideos Don Vicente, es una verdadera lastima, pero la verdad que se compensa con el resto. El arroz mixto es el más rico que comí en mi vida, bien seco, medio duro, con tiras de pollo en el tamaño ideal, la verdura finamente picada y un aroma que no se confunde con anda en el mundo. Olvide mencionar sobre los arrollados primavera (o mal llamados Spring Rolls); son bastante grandes, son una generosa cantidad de carne picada y cebolla, realmente excelentes. La comida no alcanzo y también pedimos un Nido de Pollo, el cual consiste de papas fritas unidas formando una cazuela, rellena de pollo con almendras y vegetales. A varios familiares míos les fascina; si bien es muy gustoso yo prefiero otros platos. Otras veces que he ido también pedí el increíble cerdo frito con salsa picante, es para mi uno de los mejores platos del restaurante. La salsa agridulce no la escatiman. La verdad que si me pongo a hablar de cada plato les voy a decir lo mismo, TODO es increíble, TODO es rico, TODO es gustoso y nunca defrauda.


Hay un par de detalles a saber. La sucursal de Martínez corresponde también a las de Capital Federal, pero cuidado, la calidad superior de la sucursal de Martínez no se consigue en las de Capital Federal. Los baños son sucios y mal cuidados. Es un lugar para ir con alguien de confianza y no, por ejemplo, para una primera invitación a una señorita o con los padres de una novia. Si bien este restaurante no es un bodegón, a aquellos que no les gusten los lugares medio fonda les ruego que no vayan. Si buscan comida sobre condimentada y enérgica tampoco vayan, este lugar brinda por lo autentico y no lo comercial.


En conclusión, Casita China es para mí el mejor restaurante de Comida China que encontré hasta ahora, por lejos, y difícilmente creo que pueda ser superado en este país. Es un lugar de comida autentica, fresca y real. Y si alguna vez quisieron probar algún plato en especial y no se animaban o carecían de confianza en el lugar, les recomiendo que lo ordenen en este lugar.


Precios? Los platos generalmente son de $27 a $35, hay algunos más caros, pero la media alcanza como máximo los $45 pesos. Recuerden que conviene compartir los platos. Por persona $40 comiendo lo clásico sin entrada.


Datos útiles: teléfono 4792-4195 http://www.casita-china.com.ar/

miércoles, 1 de abril de 2009

Leny San

Leny San es un pequeño restaurante de comida japonesa que queda sobre Dardo Rocha (mal llamada Thames) 1028, frente al hipódromo de San Isidro, entre las rotondas de Av. Santa fe y Fleming.



Lo descubrimos de casualidad mientras hacíamos tiempo para ir al cine de trasnoche y no dudamos ni un segundo en ir, si bien el frente es pequeño invita a pasar. Estacionamos a la vuelta, sobre Saavedra casi en la esquina y ya se sentía el jengibre en el aire, sacándonos una sonrisa al salir del auto. Se puede estacionar también sobre Dardo Rocha. Al entrar uno se impresiona por el poco espacio y las pocas mesas, y es recibido por unos ojos curiosos del sushi-man; sin dudarlo preguntamos si había lugar afuera, donde nos indicaron que solo quedaba un lugar. Nos sentaron en una mesa chiquita, interesante, con una sillas muy cómodas. Al lado nuestro había unas mesas de mayor tamaño y altura. Todo fue muy rápido desde que estacionamos hasta que nos sentamos.



Apenas sentados se acerca una moza de aspecto cansado que nos acerca unas toallas calientes para las manos, presentadas sobre una tablita de madera barnizada. Nos comenta que la casa se especializa en comida japonesa y sushi (interesante orden de presentación), nos acerca los menues y se aleja a paso lento, pero lo suficientemente rápido para que no podamos pedir la bebida. Teníamos tanta hambre que no nos importaba la poca onda de la moza, solo queríamos pedir la comida. El menú tiene gran cantidad de opciones para que se pueda aprovechar al máximo la cocina; si bien el sector wok es pequeño, las opciones son muchísimas. No pude dedicarme a analizar el menú ya que el estomago crujía, por ende Ella pidió Wok de Arroz con Salmón y yo un Leny Set (mejor conocido como el clásico “combinado”) de surtido salmón. Ella un agua y yo pedí la carta de tragos, me gusta el sushi con alcohol blanco. La carta de tragos es minúscula, pronosticándome un trago mal hecho, así que pedí una coca-cola y nos dedicamos a esperar.



Estábamos en el patio de un pequeño Stud perfectamente reciclado, los detalles conservados para recordar al vecino hipódromo con el umbral de los boxes de caballos remanentes de otra época. Las puertas de los boxes de caballos aun se encuentran impecables, y separan al patio con el comedor principal. Me sentía cómodo, luz tenue pero buena para poder ver la cara de la persona de enfrente y saber que es lo que uno come. También note el tubo de calefacción para exteriores para ir a comer en invierno. La mesa era pequeña, oscura, de altura perfecta para mi altura; copas, utensilios para sushi y la muy elegante toalla para limpieza de manos, lo cual me resulto muy cómoda e inclusive interesante a la vista. El verde, crema y ladrillo acaparan todos los colores, y la gran pared de contrafrente hace un encierro acogedor. La iluminación del cantero es un horror, molesta a la vista y no encaja con el ambiente aun siendo amarilla. Quizás por haber estado cerca del cantero, alejados del alero y en contacto demasiado cercano a la luz genero esta sensación; la que se es que alteraba la vista; suerte que estaban esos faroles colgando del alero. Luz o no luz,… que importa! El olor a jengibre, ajo y especias me estaba volviendo loco. Eso mi hizo chusmear todos los platos de alrededor. Nuestros vecinos tenia una fuente gigante de sushi de todos los colores (me sentía una juguetería norteamericana), el de la otra punta tenia una especie de sopa… todo era interesante. Lo único que faltaba era un buen trago con triple sec en su mezcla.



Primero llego el arroz con salmón, con una presentación interesante; la cuchara era de cerámica como las que se usa en las sopas chinas y el bowl era para llevárselo a casa. Agudicé la viste y vi que el salmón rosado estaba crujiente, por ende, luego de que Ella haya hecho su primer bocado le solicite amablemente que me convidara, a lo cual accedió (por suerte). En esa porción había de todo, el arroz, mas grande y seco del que estamos todos acostumbrados, especias, verduras picadas lo mas finamente posible, un ajo (que debe haber estado macerado para atenuarle el sabor, no deshidratado) suave y un salmón que debe haber estado cocinado en manteca previamente, estoy seguro. Obviamente cebolla bien dulce, morrones, y todos los ingredientes, pero en menor tamaño. La verdad que ese plato era de lo mejor, muy generoso, gustoso y el arroz fue lo que mas me llamo la atención. Siguió el sushi para mí. Parecía que habían utilizado el mismo arroz, tanto para el wok como para el sushi, ya que si bien el arroz de sushi tiene una preparación aparte, era de la misma calidad, tamaño, sequedad y textura. Ojo, no digo que sea malo, sino diferente. Los granos son del doble de tamaño, muy secos, evitando crear la clásica “pasta” de arroz, pudiendo ver entre los mismos y sentirlos al morderlos. Me gusto el cambio, no se si para adoptarlo como un cambio definitivo. El tamaño de las piezas eran enormes, ni hablar de los niguiris. Antes de ordenar sushi recuerden que el niguiri es ENORMES, del largo de mi dedo índice, con mucho salmón; así que calculen que dos niguiris de cualquier casa de sushi es uno solo en Leny San. Los rolls eran los clásicos de los combinados: salmón y palta; salmón y phila; y salmón con phila y palta, nada fuera de lo común, con el gusto esperado. Los rolls también son grandes, quizás con demasiado arroz, yo les pondría menos. Los makis son desastrosos, la verdad que fue una desilusión: gran tamaño, alga, exceso de arroz y un salmón apenas visible difícil de degustar, casi los devuelvo; o sea que el maki es un bodoque de arroz envuelto de alga nori con un salmón indescifrable; yo los llamaría bocados de arroz. Además hay que agregar que se sentía olor a pescado, inclusive desde el otro lado de mi mesa, algo inaceptable. Pero bueno, los dos cenamos y llegamos a la conclusión que el arroz con salmón es fenomenal, no hay que perdérselo, tanto la comida con la presentación, es muy muy muy rico.



Me quede con ganas de probar todo lo que hay en la primera pagina del menú, es muy prometedor, definitivamente voy a volver. El sushi esta bueno, generoso y diferente, de muy fácil comer… pero no me invita a volver a comerlo, me quedo con el resto y lo recomiendo ampliamente. La atención fue nada del otro mundo, la moza estaba cansada, no es su culpa, seguramente si vamos en otro día va a estar mucho mejor. A pesar de lo que escribí antes, me fui contento, me gusto; fue comer de otra manera y con diferentes formas de cocina, ideal para un cambio acertado, eso, “Cambio” es la palabra de la noche en Leny San, la diferencia en los gustos y texturas se nota.



Precio? $130 en total, si no hubiera pedido sushi no llegaba a 100.


Datos útiles: teléfono no hay. http://www.lenysan.com.ar y http://www.lenysan.com.ar/menu.pdf




fotos by http://www.lenysan.com.ar/imagenes.html


fotos by http://www.guiaoleo.com.ar/viewPhoto.php