Gatti y Asociados

lunes, 14 de septiembre de 2009

Morena

Morena es un restaurante de cocina internacional enfocada en pescados y mariscos, que queda sobre Av. Rafael Obligado 4899, Capital Federal. Dicho de otra manera, queda sobre la costanera, 200 metros antes del fin de la cabecera norte del Aeroparque Jorge Newbery, dentro de Puerto Norte y 20 metros luego del local nocturno Jet Lounge.


Luego de unas merecidas vacaciones y una intensa vuelta a la actividad laboral, se me acercó nuevamente un amigo para recordarme que era de mi obligación visitar Morena. Dicho y hecho decidimos hacer caso a la recomendación (o más bien orden amigable) y llegamos el viernes pasado al portón blanco de Puerto Norte a eso de las 21:30, sin reservas y con un hambre voraz. La entrada al restaurante es la misma entrada al puerto deportivo; al acercarnos con el auto apareció un portero que con una amplísima sonrisa nos facilito la entrada y nos indico que Morena estaba al final del muelle. Recorrimos el largo total pasando por los peines de lo barcos y al llegar al final entregamos el auto a los valet parking. Ni bien nos acercamos al alero de la entrada las puertas se abrieron de par en par de la mano de un recepcionista alegre, enmarcado por los destellos ocres y amarillos provenientes del interior.
-- “Muy buenas noches ¿Tienen reservación?”, pregunto cortésmente el trajeado recepcionista.
-- “No, no tenemos reservación”.
-- “Ningún problema, tenemos una mesa con excelente vista de la ciudad para ustedes, acompáñenme por favor”. El recepcionista dio media vuelta invitando a que lo sigamos y nos dirigimos hacia nuestra mesa. Apenas empezó el largo recorrido hacia nuestra mesa notamos que Morena es un restaurante “intimo”, en donde uno puede mantener una cena privada sin caos sonoro y con la luz lo suficientemente tenue como para dejar ver la comida, una circulación de aire fresco inmejorable y esa sensación de “encontré mi lugar” que solo muy pocos restaurantes nos pueden hacer sentir… y todo esto con solo haber hecho 4 cuatro pasos. Pudimos notar la amplia barra de sushi con su respectivo sushiman en pleno trabajo artesanal. Esa barra, de colores eléctricos y atrevidos, pedía a gritos que dejemos de lado la mesa prometida y nos instalemos allí; pocas veces las barras invitan a ser la primera opción y la barra de Morena garantiza una experiencia perfecta. Pasada la barra, nos sorprendimos al estar en plena cocina, algo que jamás me había pasado porque claro: ¡estábamos en un muelle! Esta cocina estaba separada por un vidrio que nos dejaba ver absolutamente cada detalle de la alquimia y como las manos de los cocineros se movían a toda velocidad, mientras los vapores se elevaban y disolvían en el aire. Continuamos hacia la escalera y ya en la planta superior nos dispusimos a sentarnos.


Ya con las extensas cartas en la mano, no nos tomo mucho tiempo elegir. Nos decidimos por dos entradas para compartir: Golosinas de Langostinos y Ostras Gratinadas, acompañadas por un martini de mi parte y una aburrida agua con gas para mi compañero de mesa. Fue extraño elegir tan rápido, realmente el cansancio de la semana y la necesidad de alimentarse pueden crear efectos asombrosos! De plato principal? Pedimos lo mismo, dos Fettuccine Marejada.


Fue recién cuando trajeron las bebidas que nos pudimos relajar y disfrutar del lugar. Morena esta pensado para cenar junto con la ciudad. La vista de Buenos Aires por la noche es excelente en este lugar ya que la las pequeñas luces que se extienden desde el techo tapizado de telas permiten un mínimo reflejo en el vidrio. Estas luces parecen finas ramificaciones de hierro que caen del techo, perdiéndose en la vista y apareciendo como suspendidas en el aire. Note que si bien había concurrencia en el lugar, confirmaba mi primera sensación de Morena: es un lugar donde me siento separado del resto de las mesas y a la misma vez integrado al restaurante. El fundamento es la espectacular aislacion sonora producida por las telas en el techo que logra eliminar su contraparte del vidrio. La mesa estaba perfectamente presentada con su correcto plato para el pan y junto a un detalle para aplaudir: la vela en la mesa estaba rodeada por un vidrio de volados traslucidos y pinceladas de colores, proporcionando un destello que no encandilaba y tenia la misma intensidad que la iluminación del lugar. Junto a la mesa estaba ubicada un taburete de menor altura para las bebidas, la cual permitía alejar las botellas de la mesa pero siempre al alcance de la mano, evitando separaciones y creando una mejor atmósfera.


A todo esto el restaurante estaba lleno, no había ruido, no nos invadían los olores provenientes de los platos en otras mesas, había una perfecta circulación de aire (inclusive estando en la planta más elevada) y la temperatura ambiente estaba regulada a la perfección.


Se acerca un mozo con el respectivo (y muy agradecido) cubierto para mariscos y nos presenta las entradas. Nosotros habíamos ordenado que cada plato tenga de las dos entradas para evitar desmanes y fue cumplido sin ningún problema, mostrando en cada plato los langostinos y las ostras. Los langostinos eran de un increíble tamaño; estaban rebozados sin presentar dejos de aceite ni grasa y se coronaban con una generosa porción de caviar negro, reposaban sobre una crema de batata ESPECTACULAR. Esa salsa lograba algo completamente revolucionario, confirmando la vieja teoría de que “la salsa lo es todo”. Obviamente los langostinos eran deliciosos y bien secos, pero la salsa de batata… vamos a volver a probar esa salsa cualquier día de estos. Las ostras no se quedaban atrás ya que se lograba apreciar el queso sin perder en la degustación la carne de la ostra, fundiendo los dos elementos y sin predominancia del queso. Esto merece un aplauso ya que el queso gratinado era duro, por ende de sabor más salado y agresivo; el chef había logrado la comunión de ambos. A todo esto el martini había sido preparado de manera correcta pero no concordaba con la entrada, el error fue mío y lo admito, debería haber pedido algo más suave.


Note que los tres mozos nos atendían en ningún momento nos descuidaban; estaban atentos y comentaban entre ellos las ordenes de cada mesa para tener un correcto control de su servicio. Pocas veces un restaurante logra que los mozos conversen y se actualicen entre ellos sobre las mesas que atienden, esto muestra que los empleado trabajan en un buen ámbito laboral generando mejor calidad, mejor servicio y todo se comprueba en el paladar del cliente.


De pronto desaparecieron los platos de las entradas y dos platos vaporosos aparecieron frente a cada uno. Cada plato mostraba un sinfín de mariscos por doquier, envueltos entre fettuccines que a simple vista se notaban al dente. Vieyras, centolla, calamaretis y langostinos aparecían por todo el plato mientras la conversación ya se había anulado. La cocción de los mariscos estaba lograda en conjunción, aun cuando cada elemento requiere diferentes tiempos y formas, mostrando un plato simple para el comensal pero de elaborada cocción para el chef. La salsa? Las salsas de Morena con la frescura de los mariscos pueden hacer temblar a cualquier restaurante de Puerto Montt, y lo digo sin tapujos. El caviar se perdía entre la salsa pero los mariscos me arrancaban de Buenos Aires y me llevaban a unas viejas vacaciones en el mar. Solo piensen en el nombre: “Fettuccines Marejada”, el nombre lo dice todo. Ya habíamos dejado de hablar hace rato para quedarnos mirando el plato mientras cenábamos. Comer y mirar la comida sin interrupción de una conversación transmite secretamente la satisfacción de un cliente… ¿Será también por eso que en Morena se encuentra la aislación sonora perfecta?


Felices con nuestra comida y comentando sobre la misma, ya estaba decidido que teníamos que probar el postre; si las entradas y el plato principal habían sido majestuosos, también lo tenían que ser los postres. Cheesecake para un lado y Marquisse con sabayón de menta para el otro. Dicho y hecho, mi marquisse con sabayón de menta era como un After Eight gigante, solo que mas frío, mas grande, mas divertido, con mas menta y muchísimo mas rico (si, mucho mas rico, se que es difícil de creer pero es la realidad). Cuando mi amigo probó mi postre no lo podía creer, no había ni probado su cheesecake y ya quería cambiarla por mi Marquisse!!! El cheesecake era normal, pero la Marquisse lo opacaba de tal manera que tuve que compartirle el plato ante la fuerte insistencia. Solo toco su torta cuando hubo terminado MI postre.

Morena es un restaurante diferente a lo que uno conoce y no me fue fácil escribir este artículo, tanto por la locación como por sus platos. Presenta una barra para sushi y tragos junto con un restaurante de formato clásico pero de extrovertida locación. Yo encontré sabores nuevos, junto con una atención personalizada y oculta a los ojos de los clientes, logrando que el comensal de olvide del mozo e inconscientemente confíe ciegamente en su servicio. Los sabores al ser nuevos, logran orientar a Morena como restaurante a volver, ya que la curiosidad y la sed por lo nuevo, lo perfecto y lo delicioso son irresistibles.


El precio? $295 sin propina entre dos


Datos Útiles: teléfono 4786-0204 o 4788-2521 http://www.morenabeach.com.ar/


fotos by http://www.morenabeach.com.ar/morena-esp.html



fotos by http://www.morenabeach.com.ar/morena-esp.html



http://www.morenabeach.com.ar/imgs/mapa.png

2 comentarios:

  1. Entré para revisar tu Blog ya que lo enviaste a mi directorio, y me quedé gratamente sorprendido por la calidad de las notas.

    Cuando esté por Bs.As.(actualmente resido en Montevideo) voy a aceptar alguna de tus recomendaciones.

    Seguí por este camino. Saludos cordiales!

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  2. Juan, Su descripcion es sorprendente, amerita una visita y degustacion. Se agradecen sus observaciones o sea que ire a cenar proximamente con amigos, disfrutando desde ahora los sabores.
    Muchas gracias.

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