Gatti y Asociados

sábado, 18 de abril de 2009

Fettuccine Mario

Fettuccine Mario es un restaurante de comida italiana situado en la esquina de San Martín y Estanislao López, o sea Ruta Nacional 8 Km. 54,3, partido de Pilar. Esta a unas 3 cuadras de la panamericana (mano hacia capital), sobre la misma calle de la estación de servicio Shell.


Fuimos anoche para festejar un cumpleaños y ya habíamos reservado mesa para 5. Como ya sabíamos que hay mucha opción para estacionar fuimos en dos autos ya que la concesionaria que esta al lado, sobre la calle Estanislao López, permanece cerrada durante la noche dando amplio espacio para los autos de todos los comensales. También se puede estacionar sobre San Martín, y hay un caballero de traje que “aparenta” cuidar los autos. Es un gran edificio de ladrillos y el cartel es inconfundible; desde el interior la luz amarilla invita a pasar. La primera vez que fui me le presentaron como el mejor restaurante de todo Pilar y es una afirmación que he recibido de ya muchas personas. Ya he ido varias veces y definitivamente no lo es para mí, lo pondría en un TOP 3 de la zona pero no en la cima por diversas razones que voy a explicar mas adelante.


Al cruzar la doble puerta vidriada, nos recibió un mozo que ya conocía a la agasajada y su familia, por ende el saludo fue cordial y la mesa fue indicada al instante, del otro lado del salón y sorteando el poco espacio entre las mesas de un mimbre pintado de blanco. La mesa era circular, grande y alta, simétrica con la enormidad de las sillas y la gran distancia entre el respaldo y el opuesto hacia la mesa, generando la sensación de “poltrona” donde uno se recuesta y peca encorvándose ante la comodidad. La mantelería es impecable, realmente da gusto el algodón en la mesa, su textura y rugosidad impidiendo que la servilleta no sea caiga al piso, el blanco era inmaculado. Las copas no delataban ni una huella dactilar ni mancha de grasa, los cubiertos resplandecían y el plato para el pan con su respectivo cubierto para manteca hacia que el concepto adquirido del lugar vuelva a ser fundamentado. Me llamo la atención durante un largo rato el pequeño centro floral, le daba mayor altura a la mesa y el blanco de la flor junto al estaño del florero no hacían colapsar la vista cuando uno conversaba con la persona de enfrente, era simplemente simple, correcto y extrañamente tranquilizante. El blanco de la mantelería junto a las paredes de ladrillo colorado y las pantallas amarillas de la iluminación me agradaron mucho, ya que me recordaban al den donde mi abuelo leía su diario y generaban un resplandor parecido al de un chimenea. La decoración se basa en propagandas de vinos y otras bebidas alcohólicas, como tubos de presentación y cajas de madera que me recuerdan mas a la decoración que uno encuentra detrás de la barra de cualquier café porteño y no a un restaurante de categoría. El botellón con manzanas (o peras) en conserva de vino tino a modo de decoración cerca del baño me parece sumamente grotesco y burdo, ojala que algún día lo eliminen de la visual; encima con su tinte violeta aporta mas oscuridad a un lugar que no lo necesita.


Apareció de pronto un mozo con 3 menús para 5 personas, un clásico argentino… lastima. El mismo esta escrito por alguien que se intereso en el cliente, ya que facilita de manera asombrosa la explicación del funcionamiento de la casa, evitando una conversación que le quita energía al mozo ya que a veces debe repetirlo varias veces para la misma mesa. El único inconveniente es que cuando uno abre le menú, se encuentra a la izquierda las entradas y a la derecha los postres, luego tiene que abrir la solapa de los postres y debajo encontrar las pastas; y del otro lado los otros platos, junto al contrafrente de los vinos… El menú esta impecablemente escrito pero caóticamente organizado, definitivamente las hojas no fueron organizadas por la persona que las escribió. Sin más deliberaciones pedimos las bebidas y el vino, el cual minutos mas tarde nos informaron que no estaba disponible y ofrecieron un Ruca Malen blanco. Una de las personas de la mesa converso acerca del vino con el mozo y el mismo noto saber de los vinos de la casa por experiencia propia y no por la etiqueta, algo grandioso que rara vez se ve. Solo tres de nosotros pedimos entradas, dos champignones gratinados y una mozzarela frita con salsa pomodoro. Los champiñones eran realmente sabrosos y su salsa blanca notaba un interés en su preparación, el gratinado notaba un plato cocinado con clase. La Mozarella frita no era del otro mundo pero la presentación si lo era, tenían forma triangular y la salsa de tomate notaba un picante ideal llevándome por un momento a arrepentirme del vino blanco y pedir a los gritos un fuerte vino tinto. A todo esto el aire acondicionado estaba apagado y comenzamos a notarlo poco a poco.


El plato principal no fue para mi difícil de elegir; me había quedado con ganas de probar otra vez la salsa de brócoli al olio, solo que esta vez pedí spaghettinis de espinaca en vez de penne rigate. Los demás pidieron fettuccines con salsa de hongos secos y crema, spaghetti con frutos del mar con pomodoro. También del otro lado de la mesa Ella se tentó con la entrada y pidió de plato principal los champignones gratinados. Al lado suyo ordenaron mayonesa de atún también de plato principal. El aire acondicionado se prendía y apagaba de manera inexplicable cada cinco minutos llevando a uno a pensar si el restaurante estaba escatimando en gastos eléctricos al costo del confort de sus clientes, mientras que el mozo servia el agua en las copas de manera tal que todos nos callábamos y mirábamos la violencia con la que caía el agua en la copa. Los platos llegaron en muy poco tiempo y con una tropa de mozos. A mis spaghettinis de espinaca con la salsa de brócoli a olio le faltaban las alcaparras que rezaba el menú (y que habían incorporado la ultima vez que había ido), al ajo se le notaba que no la habían retirado su pepita (o corazón) y tenia tan poco brócoli que tuve que racionarlo. Eso si, los spaghettinis fueron la pasta mas rica que probé hasta ahora, la textura, el sabor, el color, eran secos y a la misma vez no se pegaban; pude notar que tenían unas ínfimas gotas de salsa inglesa (würtze de la marca Maggi, se consigue solo en Jumbo), realmente comer esos fideos compensaban la falta de circulación de aire. El resto de los platos no los pude probar ya que no tengo tanta confianza con los demás integrantes de la mesa. Por lo que pude solamente dedicarme a observar. Los fettuccines con salsa de crema y hongos eran impecables, los hongos gratinados triplicaban en tamaño a los que se pidieron de entrada y la mayonesa de atún… la mayonesa de atún tiene el mismo aspecto en todos lados, desde un restaurante de hotel de ruta hasta el que se prepara en un restaurante italiano. Los spaghettis con frutos de mar era medio escueta en mariscos, solo predominaban las vieiras.


Los 5 mozos que trajeron los platos desaparecieron del panorama durante un largo tiempo, evitando que pudiéramos solicitar mas agua. De pronto el aire acondicionado se volvió a prender y notamos que la falta de conversación no era por la comida, sino por la falta de renovación de aire, lo cual ya no era tomado más en broma.


De lejos nos vislumbro un mozo y se acerco con un menú para cada uno y decidimos por los postres. En este restaurante los postres son una verdadera experiencia gastronómica. Las elecciones fueron dos sorbettes de limón con champagne, un bavaroise con praline (lo he probado anteriormente y debe ser probado obligatoriamente si algún día van), una torta de manzana con helado y un volcán de chocolate (no recuerdo el nombre especifico). Si bien no son difíciles de hacer, los sorbettes eran riquísimos, ideales si ordenaron una comida fuerte y de consistencia. El bavaroise con praline y almendras hacían que me arrepienta por mi elección del sorbette, me las pase mirando como mi vecino lo degustaba de mi poca velocidad. La torta de manzana tenía un aspecto deplorable pero escondía un flambeado exquisito junto a una decoración de caramelo digna de ser considerada arte. El volcán de chocolate no llamaban la atención, pero al primer ataque mostraron ser una verdadera obra de ingeniería, el chocolate desbordante parecía magma negro. Lo único ajeno a mi pedido que probé fue la torta de manzana, el praline ya lo había pedido anteriormente y al verlo recordaba su sabor. El volcán de chocolate es definitivamente una asignatura pendiente.


La conclusión predominante es que el dueño de este restaurante no esta al tanto de lo que ocurre en su establecimiento ya que cada vez que voy algo en calidad, sabor, atención y efectividad disminuye. Es un lugar de comida magnifica y única que en mi opinión se opaca ante el poco poder de policía que ejerce el dueño sobre sus empleados. Ojala que tome cartas en el asunto. En si es altamente recomendable para ir a comer.


Precio? $75 por persona


Datos Utiles: telefono (02322) 429154 / 432370 http://www.fettuccinemario.com/



fotos by http://www.lanacion.com.ar/catalogos/Restaurantes/Galeria.asp?es_id=1258&img_id=907535&es_nom=Fettuccine+Mario&es_zona=Pilar



http://www.lanacion.com.ar/catalogos/Restaurantes/Galeria.asp?es_id=1258&img_id=907536&es_nom=Fettuccine+Mario&es_zona=Pilar


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