Gatti y Asociados

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Balance 2009

Si bien el blog no ha cumplido un año desde su creación, el staff de Cenar en Buenos Aires ha decidido presentar a sus lectores un escueto balance del año 2009. A continuación encontraran algunas explicaciones ante las preguntas que nos llegaron vía email a cenarenbuenosaires@hotmail.com.


Como bien se indica debajo del titulo, Cenar en Buenos Aires es un blog de críticas gastronómicas enfocado en la Zona Norte del Gran Buenos Aires; quedando comprendidos los barrios de Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre, adjuntando también el corredor de la Autopista Panamericana (tanto ramal Pilar como ramal Escobar).


El objetivo es publicar sobre la mejor cocina que logramos encontrar, sin importar que la excelencia se encuentre en fondas y bodegones o reconocidos restaurantes a la carta. El condicionante es que el precio final debe ser acorde a lo ofrecido, tomando en cuenta la calidad, presentación, atención, ambientación, higiene, ubicación y satisfacción general del cliente luego de haber pagado.


Nuestra intención NO es perjudicar al restaurante ni causar mal alguno. Es por eso que, de los 42 restaurantes visitados, 21 fueron publicados y solo 20 cumplieron con las expectativas recién mencionadas.


Durante el mes de enero no habrá publicaciones ni actualizaciones, es por eso que les deseamos a todos un muy feliz año nuevo y lo mejor para este 2010.


Atte.


El Staff de Cenar en Buenos Aires

jueves, 24 de diciembre de 2009

La Calle de los Naranjos

La Calle de los Naranjos es un restaurante de interesante cocina de autor que se encuentra sobre 25 de Mayo 272, pleno casco histórico de San Isidro y a 2 cuadras de la Catedral (Avenida del Libertador al 16300)


Anoche fue la primera vez que cenaba en un restaurante sobre la calle 25 de Mayo y fue gracias a la sugerencia de un amigo que descubrí la oferta gastronómica de este transitado sector de San Isidro. Acostumbrado al caos automovilístico durante el día (Tribunales de San Isidro, Centro Comercial, etc.) y el retraso en tiempo que presenta circular por sus atestadas calles, fue sumamente agradable encontrar lugar para estacionar en donde yo quisiera, inclusive sobre 25 de Mayo y frente a la puerta del restaurante. Realmente increíble! Y sin trapitos a la vista! Mejor imposible, así que ni se preocupen por donde estacionar ya que hay lugar de sobra para todo el mundo. Es así como nos bajamos del auto en la entrada de La Calle de los Naranjos (todavía sigo asombrado) y fuimos recibidos por una simpatiquísima moza que nos abrió la importante puerta de madera vidriada y nos ofreció la mesa que gustásemos para disfrutar de la cena, eligiendo por nuestra parte la que estaba junto a la ventana que da a la calle.


Ya cómodamente instalados y disfrutando del aire acondicionado del lugar (recordaran el calor y la humedad de anoche), se nos alcanzó unas simples y rudimentarias cartas que nos indicaban la oferta gastronómica de La Calle de los Naranjos. Pescados y carne dirigían la escasa variedad de platos, junto a las entradas y la carta de vinos que se encontraba anexada al menú principal. La verdad es que no sabíamos mucho de este restaurante y no sabíamos ni de sus especialidades ni de sus críticas. Igualmente no nos tomó mucho tiempo decidirnos ante los únicos cinco platos disponibles, optando por la Trucha con salsa de oporto, el lomo con anís y la ensalada caprese para compartir (aparece en las entradas). Para tomar se eligió agua para ambos.


Hecho el pedido y disfrutando del magnífico dip de pepinos con salsa tártara agridulce (muy parecida al aderezo para ensaladas alemán marca Khüne Salat Fix), comenzamos a notar lo relajante que es el ambiente de este restaurante, empezando por las viejas y cómodas sillas que estaban dispuestas para todas las mesas de forma alternada. La mesa, bien grande, alta y galantemente preparada con un largo individual de color bordo que se compartía entre los comensales, suave al tacto y estimulante a la vista. Notamos que las copas eran bajas y hacían juego con el plato para el pan (de vidrio transparente) en simple armonía, para que no acaparen ni dificulten la vista entre los comensales. El ambiente en sí esta preparado con inteligencia, lástima que la iluminación es débil y no lo demuestra; quizás con algunas velas u otro tipo de spots se podría mostrar como, los violetas y azules, logran fundirse de manera asombrosa con los individuales de las mesas, los ocres de las sillas y el grueso piso de madera… ni hablar de cómo la gran pared azul del extremo norte incorpora con maestría sus dos cuadros psicodélicos, generando luz en donde no la hay.


Acabado el dip de pepinos, se acercó la moza con nuestros tres platos, tomándonos por sorpresa ante la elaborada presentación de la comida. La trucha con salsa de oporto se encontraba cubierta de champignones junto al soufflé de papas. Al degustarla, fue una bendición sentir como esta salsa frutal no incidía en absoluto con el sabor del pescado de río lacustre, simplemente lo acompañaba evitando el exceso de uva, realmente espectacular. Los champignones acompañaban con su sutil sabor, mientras que el soufflé brindaba frescura y renovación constante frente a los sabores del pescado y la uva; se podía notar como poco a poco el soufflé perdía altura al enfriarse, mostrando su difícil y correcta elaboración. La trucha era fresca, obviamente con su respectiva grasa debido a ser de criadero, perfectamente cocida en su punto justo (y en el momento), sin roturas ni trazas de carne desligadas corroborando el experimentado criterio del chef. Por otro lado, mi lomo con anís era soñado. Sabía que me había arriesgado al pedir un plato con anís ya que, si el chef no conoce las propiedades de la semilla, termina contaminando la carne y quedando como resultado un perfecto lomo con sabor a golosinas DRF. En este caso el plato resulto ser victorioso, con un lomo bien a punto, cubierto de semillas tostadas de anís que habían perdido su intensidad con el calor y su cocción (aplausos!); las mismas le daban una costra crujiente y sabrosa, ideal para sentir un sabor novedoso y diferente en la carne que ya todos conocemos. Junto con la carne, una delicadísima cebolla dulce envuelta en panceta, acompañando de maravillas (quizás una mas en el plato seria genial) a una papa cocida al horno y decorada con una ramilla carbonizada de romero... impecable! Finalmente la ensalada caprese, generosa en tamaño, aportaba frescura con su albahaca, tomates secos, cherry y criollos; pero sus mozzarellas estaba viejas, grasosas, y degranables, presentadas en fetas grotescas y cortadas sin interés; este queso era muy parecida al cilindro de mozzarella La Serenísima que se vende en los supermercados para hacer pizza… una ensalada para olvidar y borrar del menú (para siempre).


Luego de haber terminado los paltos principales y disfrutando de la noche, solicitamos la carta de postres, decidiéndonos por el Volcán de Dulce de Leche y el Brulée de Limón. El volcán hizo que me arrepintiera de mi brulée, al ver como el dulce de leche caliente afloraba hirviente ante la primera embestida de la cuchara. Este volcán tenía una masa húmeda pero consistente, como la de un hotcake americano, tanto por forma como textura y sabor. Se acompañaba por una pequeña porción de crema chantilly coronada con crocantes de banana seca. Mi brulée de limón era de un sabor exquisito, con su caramelo sin quemar y en perfecta comunión con su suave acidez. Quizás el brulée se encontraba batido o revuelto en exceso, ya que su textura parecía mas a natillas. Igualmente estaba delicioso y acido en su punto justo.


Este restaurante presenta una cocina de muy buen nivel y para recomendar, pero con tres contradicciones en su desempeño que no logro entender: 1) La calidad de la comida muestra una dedicación por parte del chef que supera a gran cantidad de restaurantes conocidos, con platos de más de $57, en un ambiente logrado con dedicación y clásico diseño ribereño… pero presentados al comensal en cartas confeccionadas con simples fotocopias (mal hechas e inclusive con exceso de tóner!!!) encarpetadas, como si estuviéramos en alguna parrillita de verano en la intersección de la ruta 2 con la 63. 2) La ensalada caprese: no se entiende como se puede pasar de la compleja y perfecta combinación de carne con semillas de anís a las impresentables mozzarellas de la ensalada; hubiera preferido que dicho plato no se estuviera disponible, sentí que me estaban tomando el pelo. 3) En la entrada del restaurante dice COCKTAILS, pero no se ofrece ninguno.


La Calle de los Naranjos es un muy buen restaurante para recomendar, con una locación privilegiada y cómoda, su atención se destaca y sus platos logran deslumbrar al comensal. Ideal para ir en pareja (especialmente las recien formadas) o en grupos de mujeres, este restaurante esconde una fuerte dedicación e interés que pocos restaurantes ribereños aún conservan.


El Precio? Caro, pero lo vale: $192 en total. Se ordenó 1 entrada, 2 platos principales y 2 postres. Bebidas simples.


Datos útiles: teléfono 4747-6619, previa reserva telefónica obligatoria.




http://daytripper.fmrockandpop.com/files/2009/02/2009_febrero_day_tripper_la_calle_de_los_naranjos.jpg



http://www.revistatigris.com.ar/09_agosto/tigris_19.pdf

martes, 15 de diciembre de 2009

Open Pilar

Open Pilar es un restaurante de una variada cocina de autor que se encuentra en el kilómetro 49,5 de la Panamericana Ramal Pilar, sentido a Capital Federal y dentro del Edificio Concord; justamente entre el Hotel Sheraton y el Hipermercado Jumbo.


Eran ya las 10 y media de la noche cuando la idea de cenar afuera surgió dos puentes antes de llegar al Hotel Sheraton, mientras recordábamos que ya habían pasado 3 semanas desde la última publicación en el blog y que los 5 restaurantes que habíamos visitado desde entonces no merecían un artículo. Así fue como llegamos al Edificio Concord, estacionando en el primer lugar libre que encontramos, justo frente a la puerta del restaurante Open Pilar. La verdad es que no sabíamos de la existencia de este restaurante, ni tampoco de la variada oferta de locales gastronómicos del Edificio Concord; siempre fuimos a los restaurantes del edificio Bureau Pilar, del otro lado de la Panamericana. Al estacionar notamos que es un lugar conflictivo para dejar el auto dada gran concurrencia de gente y el poco espacio físico para dejarlo; esto genera un leve caos que se extiende por varias cuadras. Dejando de lado la calle, entramos en este espacioso restaurante y se nos acerco un mozo ofreciéndonos una cómoda mesa para dos, junto a la gran vidriera que daba a la calle, dando de la sensación de que no hubiera límite entre el interior y el exterior.


Apenas sentados, recibimos cada uno nuestras respectivas cartas, descubriendo que estábamos en un restaurante en donde la oferta gastronómica es variada; grata noticia cuando uno llega a un restaurante en donde no sabe muy bien lo que le espera. Entradas frías y calientes, sándwiches variados (algo completamente inesperado), ensaladas, pastas e importantes platos principales, todo perfectamente diseñado en una armoniosa carta de fácil lectura. Nuevamente estuvimos largo rato eligiendo, comentando los nombres y la variedad de sabores propuestos por Open Pilar. De entrada nos decidimos por compartir la mozzarella apanada con salsa de tomate y de plato principal resultó ser la misma elección para cada uno: 2 Ensaladas César con salmón ahumado. Para tomar agua sin gas y una coca cola.


Retirado el mozo con nuestra orden y mientras disfrutábamos de la pequeña cazuela de pollo en escabeche para acompañar el pan, notamos la simpleza de la mesa y su presentación: Se disponían, desde un principio, todos los cubiertos necesarios para la cena, desde la cuchara del postre hasta los cubiertos para la entrada y el plato principal (algo poco común), un plato para el pan de un tamaño mas grande que lo normal junto a la servilleta descansando sobre el mismo. El color anaranjado de los individuales cortaba con el color blanco del ambiente, dejando dos atmósferas a contemplar. Podrán ver que la mesa no es algo fuera de serie, salvo la novedad de presentar todos los cubiertos de la cena en una misma sesión. En lo personal, la cuchara del postre me pareció en desacuerdo con la mesa, pero si el restaurante decide presentar todos los cubiertos en una sola oportunidad, decididamente no puede olvidar dicho cubierto. Open Pilar presenta un gran sensación de espacio, producto de la gran altura del techo y la suave temperatura del aire acondicionado, algo agradable y de suma comodidad, especialmente ante el diseño de ubicación de mesas interesantemente dispuestas, de diferentes formas y tamaños para adaptarse a la situación de reunión deseada por los comensales; como por ejemplo parejas, familias, grupos de amigos, eventos, etc, quebrando con el clásico “mar de mesitas” cuadradas y mostrando diferentes ambientes simplemente organizados en formas y tamaños. En una esquina del restaurante se puede ver que la pared esta tapizada por vinos en reposo, a modo de bodega en exhibición, algo muy de moda hoy en día. La oscuridad que muestra la gran bodega se acompaña por las cortinas.


Habiendo terminado el escabeche, el galante mozo se acercó con las mozzarellas. Estas se presentaban en dos unidades de gran tamaño, sobre lechugas moradas y junto al dip de tomate. A simple vista uno nota que el rebozado no esta hecho por un chef amateur y que fue preparada recientemente, conservando obligatoriamente su alta temperatura por largo rato y sin dejar de lado la consistencia del queso. El dip de tomate es algo realmente para recomendar: el balance del tomate procesado en crudo esta en perfecta armonía con su acidez, se nota su picado a máquina pero no altera su forma. A nuestro gusto requería de bastante más sal (…o mejor glutamato monosódico). Esta entrada fue realmente acertada e ideal para abrir el apetito.


Acto seguido, nos acercaron las Ensaladas César con Salmón Ahumado. Nos hemos acostumbrado a Ensaladas César de tamaños exorbitantes y en Open Pilar este no es el caso (por suerte). Las mismas se encontraban cada una en un interesante bowl con forma de hoja de ombú, recipiente perfecto tanto para la ensalada como para la vista, dejando dos sentidos en plena satisfacción. La lechuga era variada en corte como en especie y sobre ella estaba el salmón ahumado en forma de pequeños rolls (o mejor dicho geishas) en unas 5 unidades. Junto a la ensalada se encontraba la salsa César para que el comensal pueda decidir la intensidad del sabor a su propia discreción; también se nos acercó aceite de oliva y aceto balsámico. La salsa César era algo demasiada espesa pero de un sabor categóricamente acertado, sin grumos y sin excesos de agua. Igualmente nos vimos obligados a agregar una mínima cantidad de oliva para alivianar la intensidad del sabor. El salmón ahumado era FRESCO, de excelente calidad; esto muestra que en Open Pilar se cuida la cadena de frío de los alimentos; considero que el envase del salmón fue abierto específicamente para nosotros (y no guardado hace varios días como pasa en la mayoría de las veces). La carne del pescado no mostraba variaciones de color ni alteraciones en su textura, dejándonos disfrutar de la cena sin sentir desconfianza por el estado de la comida.


A todo esto, la atención en este restaurante fue excelente.
-- “Estos son los mozos que realmente saben como tratar al cliente, saben asesorar y ayudan a que la velada sea tranquila”, dijo Ella.
-- “Estoy completamente de acuerdo” respondí, “Es mas, son el tipo de mozos que podes cambiarle veinte veces el plato principal y no se alteran, saben manejar al comensal y se mueven con muchísima seguridad por el salón”.
Open Pilar tiene un staff de mozos que dan paz al comensal, se mueven como sombras aún en un ambiente muy iluminado y tienen la capacidad de solucionar cualquier inconveniente con gracia, efectividad y rapidez; y lo mas importante de todo: son educados.


Fue casualidad que encontraramos un muy buen restaurante, en donde la oferta gastronómica es acorde a la excelente atención, a su impecable ambientación y a sus precios racionales. En lo personal preferiría ir para almorzar en vez de cenar, y lo digo únicamente para poder disfrutar la ambientación.


Recomiendo Open Pilar para cualquier día de la semana. Me quedó pendiente probar los tragos.


El Precio? $112 en total, entre dos personas, sin postre y habiendo pedido un total de 4 bebidas.



Datos Útiles: Teléfono 02322-473723 http://www.openpilar.com




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fotos by http://www.club.lanacion.com.ar/imgs/11706.jpg

lunes, 23 de noviembre de 2009

326 - Puertas Adentro

326 – Puertas Adentro es un nuevo y pequeñísimo restaurante a puertas cerradas de cocina internacional. Queda en Moreno 326, a una cuadra de la Avenida Centenario y en pleno San Isidro. Esta frente al Registro Civil, entre las calles Alsina y Diego Palma y a 3 cuadras del Hipódromo de San Isidro.


Hace no mucho tiempo, un amigo del Club 300 me contó que en un primer piso frente al Registro Civil de San Isidro se escondía un restaurante a puertas cerradas que merecía aparecer en el blog. Me hizo referencia de una excelente cocina, su único horario de sábado por la noche y una interesante atención personalizada; resaltando en la exclusividad del lugar y convenciéndome que en nada se parece a algunos de los insultantes restaurantes a puertas cerradas que los dos tuvimos la desgracia de conocer por Palermo. Me envió por mail la pagina Web del lugar y, luego de echarle un vistazo, llame al teléfono que aparecía listado reservando una mesa para dos a las 9 y media de la noche. Mi amigo no quiso sugerirme ningún plato y solo se limito a acrecentar la expectativa diciendo:
-- “Disfrutalo porque estos lugares se encuentran pocas veces en Buenos Aires y va a ser, durante varios años, el único restaurante a puertas cerradas que realmente deslumbre al comensal”.


El sábado pasado, apenas pasadas las nueve y media de la noche logramos encontrar un lugar para estacionar sobre Moreno, relativamente cerca del lugar ante la gran concurrencia de autos debido a los edificios de departamentos y la cercanía con la avenida Centenario. Una sugestiva luz dicroica sobre el umbral de una pared de ladrillos indicaba la numeración 326, mostrando una sutil indicación debajo del botón del timbre. No pasaron 20 segundos cuando nos abrió la puerta una señorita joven y muy sonriente, invitándonos a pasar y subir por una oscura escalera alumbrada con infinidad de velas en los escalones, creando una atmósfera sumamente agradable y jovial. Mientras subíamos, la curiosidad mezclada con el suave aroma a vainilla de las velas hacía que uno acelere el paso. Al entrar nos encontramos con que el restaurante consistía en 5 mesas para 2 personas (10 cubiertos), repartidas en 2 ambientes de un departamento IMPECABLEMENTE reciclado. Por el momento una sola mesa estaba ocupada y la señorita nos invito a sentarnos donde gustáramos. Elegimos la mesa al lado de la bodega y cerca de la ventana, sin hablar entre nosotros ante la sorpresa de encontrarnos en un lugar inesperadamente novedoso para estar en Buenos Aires. Ya en nuestra mesa, se nos comentó que que la carta de vinos la encontraríamos sobre la pequeña bodega detrás nuestro, donde debíamos acercarnos, seleccionar nosotros mismos el vino y retirarlo del reposo. También nos indico que el menú se encontraba dentro de la pequeña caja de madera sobre la mesa. Acto seguido, la señorita se alejo son un sonrisa y aires de misterio, dejándonos descubrir de que se trataba 326 – Puertas Adentro.


Inmediatamente fue abierta la cajita de madera y tomamos todas las tarjetas que se encontraban en su interior. Cada una indicaba, de forma ordenada y separada, las entradas, platos principales y los postres; finalizando en una sola tarjeta que incluía todas las bebidas. Debo admitir que era la primera vez que me encontraba ante una carta desglosada en tal forma y la verdad que me pareció divertida, ingeniosa y novedosa; pero lo mejor de todo era su utilidad ya que generaba rapidez y decisión al cliente. La oferta gastronómica de 326 – Puertas Adentro es de escueto pero acertado contenido, fundándose en 4 entradas donde predominan los frutos de mar y 4 platos principales que versan en las mas solicitadas materias primas (carne, pescado, vegetales crudos y cocidos). Pastas no hay. Nos decidimos por las milanesitas de mozzarella con coulis de tomate y morrón como entrada. De plato principal, Ella pidió una Ensalada Cesar con Pollo y yo las BBQ Ribs con papas rellenas. Para tomar dos aguas.


Al terminar de hacer el pedido, el pequeño restaurante había llegado al máximo de su capacidad, con un suave murmullo en el ambiente de los comensales ya sentados en sus mesas.


326 – Puertas Adentro es tal cual se muestra en las fotos de su página Web. El ambiente busca la intimidad entre las mesas frente a una iluminación con grandes spots regulados en tenue luz de justa intensidad. Las paredes de un claro anaranjado acentúan la calidez del lugar junto a la magistral fotografía que las decora. El detalle que se funda con la imagen del lugar es la patina ocre de las mesas y sillas junto al largo individual de esterilla compartido por los comensales en sus platos; es este conjunto (con el hecho de que la vela sobre la mesa no encandila) el que logra la simbiosis entre el ambiente y el cliente. La preparación de la mesa es sumamente elegante e invita a ser descubierta: es el plato del pan el que descansa sobre una servilleta esculpida, coronado por las copas y acompañado por la cajita del menú y el agradable farolito a vela. A mi me resulto gratificante la preparación de la mesa, ya que busca algo novedoso pero hecho con muchísima clase y sentido común. Se nos acercó a la mesa una panera y un dip de queso blanco con lo que parecía ser hojas picadas de puerro. Este dip era intensamente gustoso y genero un peligroso incremento en el apetito, junto con unos pancitos ovales bien calientes para mitigar la espera.


A todo esto, las ventanas abiertas generaban una perfecta y circulante ventilación, asistida por el hecho de ser ambientes relativamente pequeños.


La entrada fue mayor a nuestra expectativa, siendo varios los triángulos de Mozarella en un rebozado liviano y seco, junto a un coulis suave de especias pero intenso en el tomate que solamente de vista se asemejaba al pico de gallo mexicano. También notamos que presentaba una especia diferente que dilataba las fosas nasales como el alcanfor pero no incidía en el sabor. Esta entrada puede ser compartida inclusive entre tres personas para picar ya que permite la conversación a la misma vez que su degustación.


Los platos principales llegaron de manos del chef, ataviado galantemente en su uniforme de cocina, el cual nos saludo cortésmente e indico los platos mientras los servía. La Ensalada César con Pollo era de gran tamaño y se presentada en un gran plato circular. La misma mostraba la salsa característica pero con ciertas diferencias, las cuales lograban que la persona no se empalague con el constante sabor ni se sienta satisfecha al poco tiempo (como pasa en la mayoría de este tipo de ensaladas). La especias no eran intensas pero presentes, y junto con los croutons, puede llegar a decirse que es una de las mas ricas (y livianas) que hemos probado. El queso apena se notaba en su intensidad y el pollo de la ensalada era simple pero seleccionado minuciosamente antes de ser incluido en la alquimia, ya que los cortes eran firmes y rectos. Quisiera resaltar que el gran tamaño de la ensalada no es grotesco como en otros casos, sino de tamaño generoso; no busca ser abundante, sino entregarle al cliente un poco mas del elemento elegido sin incentivar al derroche o a la gula. Por otro lado, mis BBQ Ribs llegaron a una alta temperatura, pinceladas en una salsa de barbacoa que distaba de ser liquida y bien adherida a las costillas, producto de ser incluida con tiempo y no al final de la cocción. La carne de las Ribs no se deshilachaba ni lograba ser cortada con el tenedor, mostrando que SI era carne pero no maleable, conservano el espíritu norteamericano de la comida. Las papas rellenas… estas son las papas rellenas mas ricas que probé hasta ahora, por lejos. Si, son más ricas que las de Kansas, muchísimo más ricas. Son de menor tamaño a lo que uno esta acostumbrado y el plato incluye 2. La cocción es justa, rellenas de un queso acido especiado sumamente sabroso que en la cima se encuentra gratinado, un poco de panceta laminada y sin ser necesariamente un acompañamiento salado. Este plato puede compartirse tranquilamente entre dos personas, por su tamaño, el diseño del plato y la lograda satisfacción final.


Luego de haber terminado, decidimos no pedir postre, con la condición de volver y probar la brochette de frutos frescos con fondue de chocolate.


Como podría ser el baño en un restaurante de 10 cubiertos???!!! Eso se los dejo a ustedes para que los descubran. Van a estar encantados al ver como hicieron de un pequeñísimo baño, algo perfecto.


Jamás imaginamos que íbamos a encontrarnos con un restaurante de impecable cocina, con una calidad en sus platos ideal para los más exigentes sibaritas y fundido en una atención personalizada que solo puede encontrarse en un restaurante a puertas cerradas. Nosotros esperábamos el cliché del restaurante exclusivo, con platos de medio pelo, carta de vinos con precios exorbitantes y una intento fallido de ser “top”; la verdad que nos encontramos con una realidad completamente diferente. La combinación de alta cocina internacional junto a atención de excelencia en un ambiente logrado (y con buen criterio!), nota que sus dueños realmente se esfuerzan al máximo en su desempeño. La dedicación empleada desde que entra el cliente al lugar y la satisfacción de sus rostros al ver que el comensal disfruta de su comida, logra que uno sepa que saben de su trabajo. Puede llegar a decirse que este restaurante es el sueño de sus dueños hecho realidad. Ojo! No hay que olvidar que este restaurante no es un lugar de “comida caserita”, sino de auténtica cocina internacional.


326 – Puertas Adentro es, a mi criterio, uno de los 5 mejores restaurantes de todo Zona Norte… y con solo 10 cubiertos.


Precio? $93 el total.


Datos utiles: Teléfono 15-6356-5724 http://www.moreno326.blogspot.com/
Solo abre los sábados por la noche con previa reservación.





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lunes, 16 de noviembre de 2009

Club Nautico San Isidro - Restaurante Central

El Restaurante Central del Club Náutico San Isidro se encuentra dentro del edificio principal del Club. La entrada es en Mitre 1999, Bajo de San Isidro. Esta calle es la continuación de Primera Junta, bordea el puerto de San Isidro, la terminal de la línea 168 de colectivos y el destacamento de Prefectura.


Ayer domingo decidí cumplir con la promesa de llevar a un muy buen amigo a conocer el mejor revuelto de gramajo que probé hasta ahora, en el Restaurante Central del Club Náutico San Isidro. Hacía ya mucho tiempo de que le había contado –con mucha algarabía– de este espectacular revuelto de gramajo y la nobleza obligaba a cumplir.


Lo pase a buscar por La Lucila a eso de las 9 de la noche y note que él no recordaba el destino, lo cual hizo que se sorprenda cuando cruzábamos el puente de acceso al Club que cruza el arroyo Sarandí. Siendo domingo y habiendo una gran concurrencia de socios, estacionamos frente a las oficinas de Yachting y desde allí nos dispusimos a caminar hacia el edificio central. Si bien la náutica a vela lo había acercado muchas veces a conocer el Náutico, él nunca había entrado al restaurante, lo cual presentaba una ventaja frente a la novedad que genera la primera visita. Al entrar nos recibió un mozo, me saludo por mi nombre y nos indico que la única mesa que quedaba disponible era frente a la barra y al lado del bow window, completando la capacidad del lugar con nuestra presencia. Rápidamente sentados a la mesa, le indiqué al mozo que esta vez no necesitábamos ver la carta y que la orden era 2 revueltos de gramajo, uno bien babée y otro normal. Para tomar dos aguas con gas. Hecho el pedido, se retiró el mozo raudamente para abrir las puertas de la cocina de par en par, perdiéndose en los destellos del acero inoxidable que provenía de la cocina.


--“Tiene una onda parecida al restaurante del Boating Club”, me comento, “pero se diferencia con el estilo náutico y deportivo en todos los detalles del lugar”.
La razón del comentario era la iluminación de las pantallas de tela en los veladores, la decoración y la amplitud de entre las mesas. El Restaurante Central tiene una ambientación netamente náutica y elegante, con maquetas de barcos y veleros clásicos en las vitrinas, viejos trofeos bien lustrados recordando glorias de actuales y de antaño, columnas circulares blancas las cuales las rodea una larga soga marinera, y el inmenso timón de rueda en la entrada. El techo tapizado de cortas vigas verticales de madera barnizada, una amplia barra y el bow window en el extremo. A esto hay que agregarle la conocida iluminación en veladores con pantallas amarillas y la impecable mantelería presentada en las mesas. Todos estos detalles generan un ambiente sumamente cálido, en donde uno siempre puede perder la vista en algún cuadro que muestra el diseño de una embarcación, o simplemente contemplar algún velero silencioso que se aleja por la oscura desembocadura del arroyo Sarandi. La mesa presentada de manera perfecta (como siempre), con el detalle del individual de tela entre el mantel y el plato; el pequeño plato para pan y su respectivo cubierto en el lugar correcto y la exquisita panera con pancitos calientes acompañados por un dip de queso blanco bien liviano. La única crítica a la presentación es que las servilletas son sintéticas y no de algodón, un simple detalle que a mí siempre me consta. Si bien el lugar llega a ser ruidoso cuando llega al máximo de su capacidad, esta vez solo se sentía un suave murmullo debido al inminente lunes que se avecinaba; podían verse familias caminando por el pasto y gente dejando el lugar. Le comenté que antiguamente la concesión era de la madre de los conocidos Hermanos Petersen, la cual siempre cuidaba de la calidad de los platos y velaba por su superación. Se nota que logró transmitir esa habitualidad a sus hijos, hoy encargados de llevar adelante el lugar. Ellos decidieron innovar en la carta con propuestas nuevas (y a veces excesivamente audaces), logrando la increíble aceptación de los todos los socios; me atrevo a decir que cualquier plato que reza la carta no va a defraudar al comensal. El Restaurante Central del Club Náutico San Isidro es EL lugar ideal para una cena de negocios.


Le pregunté su opinión del lugar y fue su primer comentario la comodidad que sentía, como los mozos sabían atender a los clientes (mayoritariamente habitués) y la acertada decoración deportiva
--“El lugar perfecto para un sportsman”, dijo confiado. No podría estar más de acuerdo.


Llegaron los revueltos de gramajo en unos interesantes platos cuadrados. La altura del revuelto hizo que sus ojos se abrieran en gran tamaño mientras el mozo los servía con confianza, quedando sin palabras frente al plato durante unos largos segundos. El revuelto de gramajo de este restaurante es de papas pay bien crocantes, finas y muy largas, haciendo que se entrecrucen entre ellas para poder darle forma (y mucha altura) al contenido del plato. Se le agrega jamón cocido en innumerables tiras que fueron salteadas previamente, siendo otro elemento crocante en la cuestión. El huevo cumple el requerimiento del estado demandado por el comensal, respetando la decisión babée o clásica, tal cual como cuando uno pide la carne “a punto” o cocida; inclusive podía verse como se escurría la yema entre esas saetas doradas entrecruzadas entre sí, informando que el huevo fue incluido en la alquimia hace instantes. La temperatura? Como es de esperar de una preparación finalizada hace instantes: peligrosamente caliente. La pimienta agregada por el chef es ínfima, algo de lo que el mozo ya esta al tanto y la ofrece ni bien entrega los platos al mantel. Este revuelto de gramajo es simple y dejando de lado las conjeturas ante la perfección del primer bocado… este revuelto de gramajo es PERFECTO, no necesita de otros ingredientes y la verdad que uno se olvida de ellos.


Pude ver como el plato era devorado por aquel que siempre pregonó por la ingestión lenta y sus virtudes, algo sumamente controversial ante el hehco de disfrutó de una gran comida sin importar por la velocidad implicada.. Esto es común en los primerizos afortunados de probar este plato del restaurante... y ya preocupa si no se cumple.


--“ Efectivamente este es el revuelto de gramajo mas rico que probé en toda mi vida… jamás creí que probaría un revuelto más rico que el del balneario Charly en Miramar… pésimo que no estamos tomando un vino con esta delicia… esto es fuera de serie… que pasara si se le pone foie grass?… quedo muy mal si me pido uno para llevar?… pensé que me estabas verseando… tenias razón… ¿¿¿¡¡¡cuando volvemos???!!!”.
Estos fueron algunos comentarios que hizo al finalizar (o mejor dicho, aniquilar) el plato, mientras conocía el agua por primera vez desde que se sentó. El no había quedado con hambre, sino que estaba siendo arrebatado por una gula inmensa la cual pude sofocar a tiempo.


Quedamos hablando de donde era que uno podía encontrar las comidas clásicas en su máximo esplendor, como el revuelto que acababa de probar, quedando anotados dichos comentarios en mi “libreta de obligaciones gastronómicas” que me guía en mis próximas visitas.


Me ofreció llamar al mozo para conocer la carta de postres, pero lo induje a que lo dejemos de lado. La razón? En el auto tenia unos cupcakes que hace mi amiga Graciela de SWEET SINS CUPCAKES. Ella había pasado por casa al mediodía y me dejo una elegantísima caja llena de cupcakes para que pruebe. Si bien conozco sus creaciones, me es irresistible dejar de lado la propuesta de conocer sus nuevas recetas, especialmente cuando estuve todo el día postergando el momento y controlando que ninguna mano intrusa intentara quebrar su lacre. Los cupcakes eran de naranja, lemon pie y menta con chocolate; dos de cada uno que fueron disfrutados en las reposeras que dan al río mientras veíamos los veleros volver de una larga jornada deportiva, inmejorable forma para terminar la cena.


(Nota del Autor) Para ir a cenar el Restaurante Central del Club Náutico San Isidro es necesario ser socio o ingresar como invitado sin cargo al restaurante los días de semana. Los fines de semana también se puede ingresar como invitado de un socio pero pagando un muy elevado precio por la entrada. Créanme que la cena en este restaurante lo vale.


El precio? $86 de precio final en el ticket


Datos Útiles:
* Club Náutico San Isidro Tel. 4732-0600
http://www.cnsi.org.ar/
* Sweet Sins Cupcakes Tel. 15-6731-2808
http://www.sweetsinscupcakes.blogspot.com/




fotos by http://www.cnsi.org.ar/nuevo/Fotogaleria/galeriacc.asp?idFoto=1460&grupo=amaneceres_am



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lunes, 2 de noviembre de 2009

El Altillo

El Altillo es una vieja y clásica pizzería de barrio que queda en Avenida del Libertador 17.000, San Isidro; justo en la intersección con la calle España y a media cuadra del Colegio Marín.


Fue el semáforo en colorado de España y Avenida del Libertador, en comunión con el sofocante calor del jueves pasado, los que me hicieron recordar aquella pizza a la piedra que tanto me gustaba de chico. Cabe también incluir el hecho de que el exceso de obligaciones laborales me tenían hace ya mucho tiempo al margen de la gastronomía nocturna y era hora de volver a escribir una nueva crítica en el blog. Dicho y hecho, fue en esa calurosa noche de jueves que estacionamos sobre España, a media cuadra de Libertador, para comer aquella pizza que de muy chico supe recomendar como: “la mas rica del mundo!”. Al entrar por esa vieja puerta de la esquina notamos que había lugar en la planta baja, pero las insistentes ganas de sentarme otra vez en esa bancada de madera del entrepiso hicieron que Ella me diera el gusto, tomando la estrecha escalera para terminar justo arriba de la cocina y sobre el mostrador. Felizmente sentado en esa bancada y sonriendo como un niño que acaba de ser consentido, se acerco lo que parecía ser un mozo y preparo la mesa de fórmica blanca, nos acerco el menú y se alejo para dejarnos deliberar.


Rápidamente y sin vueltas nos decidimos por una pizza “divertida” para romper con nuestro cliché (muzzarela y jamón) y elegimos la pizza “El Altillo” tamaño grande que rezaba: muzzarela, salsa de tomate, jamón, morrón, huevo, palmitos y orégano. Para tomar una Coca Cola de litro y medio. Hecho el pedido y ya solos, fue inevitable empezar a relacionar las historias del pasado con esta vieja pizzería y como nada había cambiado con el tiempo. La iluminación amarilla, la madera oscura de los tabiques, las paredes blancas onduladas, el ambiente, el olor al orégano… solo faltaba ver entrar a mis abuelos y sentarse en esa mesa de la ventana para cenar pollo al ajillo; o mis primos corriendo entre las mesas y subiendo las escaleras a toda velocidad… lo suficiente para que se me ponga la piel de gallina.


Mientras el restaurante comenzaba a llenar su capacidad, llegó nuestra pizza a la mesa, sin cortar y sobre una gruesa tabla de nylon blanca. Muzzarela, jamón, morrones, palmitos, huevo y quien sabe que más; una pizza “divertida”, llena de colores y de masa crujiente a simple vista. Esta fina masa tiene la cantidad justa de levadura para que no contamine el sabor del resto de los ingredientes. Estos ingredientes no eran nada del otro mundo… salvo el queso, piedra fundamental de una buena pizza, elemento clave en esta cuestión. El queso de El Altillo no es el queso al cual estamos todos acostumbrados. Este queso tiene una textura diferente, símil a un brie ya pasado en tiempo pero con la sensación áspera en la boca de un manchego joven. Si bien este queso muestra ser maleable en alta temperatura, no se deshilacha como la clásica muzzarela, tiene un color muchísimo más blanquecino y lo mejor de todo: no es grasoso. Esta falta de grasitud se nota en la masa ya que la misma permanece seca y crujiente en todo momento (aun en frío). Pero qué pasa con le queso cuando la pizza comienza a enfriarse a temperatura ambiente? La contextura comienza a parecerse al del queso fundido mixto a 21º pero sin ser duro, con un sabor que se hace aún más sutil, muy parecido al de un camembert de poco renombre y recién salido de su reposo. Podrán estar pensando en como puede ser que el queso de una pizza pueda llegar a “cambiar” tanto y en cada paso improvisar una mejoría sin dejar de lado la propia esencia de una simple pizza; les sugiero que lo prueben por ustedes mismos. La pizza de El Altillo es una experiencia que pocos conocen y muchos quisieran encontrar. Les recuerdo que esta pizza no es el sabor que uno encuentra sobre la calle Corrientes de Capital Federal ni en ninguna cadena de pizzerías conocida, es algo diferente, otro tipo de masa (grosor, cocción, tipo de harina) “gourmet” como dirían las revistas de la actualidad.


El Altillo presenta alta cocina aplicada en pizzas en un ambiente que supera por poco al de una fonda o bodegón. No se dejen intimidar por los cubiertos envueltos en la bolsita plástica o los individuales de papel, ya que en esas mesas de fórmica blanca uno encuentra una nueva y diferente experiencia gastronómica. De postre? Cruzan la vereda y esta la Heladería Piove (si, de aquí tiene su receta la Heladería Piave de Pinamar), combinación perfecta para terminar la cena.


El precio? $63 habiendo pedido la pizza grande más cara del menú y una sola bebida para compartir de litro y medio.


Datos Útiles: teléfono 4743-0990 http://www.elaltillopizzas.com.ar/

lunes, 12 de octubre de 2009

Cosecha

Cosecha es un restaurante de comida mediterránea ambientada en un clásico concepto norteamericano. Queda sobre Blanco Encalada 564, San Isidro; justo en la intersección con Sucre y la Colectora de Acceso a Tigre, pegado al San Isidro Club.


Cosecha venía logrando esquivarme hacía ya mucho tiempo de mi ruta gastronómica y ya era hora de pasar a descubrir como era la esquina de Sucre y Blanco Encalada. Cabe destacar que esta esquina ha sido un punto conflictivo para el establecimiento de restaurantes exitosos: muchos han estado en este lugar y sucumbieron ante la falta de clientela, dejando una mala imagen y creando un bastión inalcanzable para el triunfo gastronómico. Sin importar la historia, hicimos anteanoche la reserva para 3 personas y puntualmente ingresamos con el auto por Blanco Encalada. Hay un servicio de Valet Parking el cual pude notar que trabaja muy cuidadosamente en el estacionamiento propio de Cosecha, algo que ya no se ve hoy en día… quizás la próxima vez me anime y entregue mi auto. Al ingresar nos recibió un mozo de aspecto confiado al cual le comentamos de la reserva y, de manera galante, nos acompaño a nuestro box.


Ya sentados se acerco un silencioso mozo con las cartas, preparo la mesa y nos dejo tranquilos para deliberar. Esta vez sí que tardamos en decidirnos, era la primera vez que todos visitábamos Cosecha y la buena organización de la carta dejaba conocer todas las posibilidades a elegir. Pescados, Parrilla, Carnes de Cocina, Aves y muchas elecciones más, en la simpleza lograda de dos carillas y el diseño acabado para descubrir por completo las propuestas del lugar. ¡Atención Restaurantes! El esquema de diseño en la carta de Cosecha es un ejemplo a seguir. De entrada nos decidimos por el Frito Mixto de Mar; de plato principal elegimos Sorrentinos de Mozzarella de Búfala con salsa Romagnola, Medallones de Lomo en Salsa Bourguignone y finalmente Ñoquis de Papa con Salsa de Crema. Las bebidas fueron Aguas y una Coca Cola.


Hecho el pedido y con las bebidas ya en la mesa, comprobé que desde el momento que ingresamos al restaurante es inevitable notar el estilo norteamericano del establecimiento: un mar de boxes de aspecto cómodo, largos pasillos, mesas oscuras de madera brillante con mullidos asientos negros y un techo opaco con dicroicas por doquier. Le faltaban los faroles con fuego y el cartel de neón que reza “OPEN” en la entrada y podría haber pasado por Kansas. La mesa era de una gruesa madera plastificada, sin mantel pero con un plato para pan (siempre agradecido pero que esta vez colisionaba con el estereotipo de la ambientación) y los cubiertos envueltos en la servilleta. Si bien el lugar es bullicioso, la totalidad del techo y algunas partes de las paredes estaban tapizadas de paneles acústicos, al igual que la parte posterior de la mesa, salvaguardando la acústica y proporcionando conversaciones sin elevar la voz. Pero ante tanta influencia norteamericana, nos encontramos en la mesa con una panera llena miñoncitos, pequeños panes en forma de cubo y un dip de queso crema con cebollines que era una maravilla. Es increíble como este tipo de box logra que el comensal se relaje y disfrute de la noche, se lo comprueba con solo mirar alrededor.


Llegó de pronto el Frito Mixto de Mar que fue servido en el centro de la mesa. Tenía un gran dip de salsa tártara y una desproporcionada cantidad de cornalitos, mejillones, algunos calamares en una esquina y una que otra vieyra. Todo absolutamente rebozado y frito. Yo no me esperaba un plato de esta aceitosa magnitud y a simple vista sabia que mi estomago no iba a poder soportar mucho tal fritura. Por suerte del otro lado de la mesa mi amigo no tenía ningún drama ni complejo y disfrutó al máximo del gran plato. Esta gran entrada, si bien es abundante no presenta una interesante degustación ya que los sabores son casi todos iguales (probablemente no fueron freídos de forma separada) y poco se diferencian entre si; a duras penas uno puede darse cuenta si los frutos de mar están frescos frente a al fritura. Esta entrada no es para nada la gran cosa y podría compararse con uno de esos conos de cornalitos que la gente compra durante las vacaciones en la costa atlántica; ni la salsa tártara ni las lechugas en la presentación lograron ocultar lo burdo del plato. Lo increíble: Los calamares estaban mal cortados y no le habían removido la boca al animal, mostrando el pico (muy parecido al pico de un loro) del molusco.


A todo esto la atención era perfecta, los mozos siempre atentos a lo que sucedía en la mesa y siempre dispuestos a atender a los comensales. Esta situación se repetía en todo el restaurante y no era necesario tener el ojo entrenado para darse cuenta; como los boxes creaban largos pasillos, constantemente los mozos iban y venían, controlándolo todo.


Pasada la complicada y severa entrada, llegaron los platos principales. Los medallones de lomo tenían una presentación impecable en un plato triangular de puntas redondeadas, símil a una hoja de alcaucil, con una gran cantidad de hongos junto a dos croquetas de papa en forma de cilindro que cortaban perfectamente el color violáceo de la carne y su salsa de vino… una divertida orquesta de colores y un gran interés por todos los de la mesa. La carne, en su punto justo, conservaba el sabor de la uva dejando de lado el alcohol del vino, mostrando una preparación con cautela e interés por parte del chef; por un momento me pareció sentir nuez moscada, pero no me animaría a confirmarlo. Los Sorrentinos de Mozzarella de Búfala eran ESPECTACULARES, la maza y el relleno junto a la salsa romagnola eran una maravilla, estaban exactamente como a mi me gustan. La maza de los bordes de TODOS los sorrentinos conservaban su estado al dente y su dureza necesaria, la mozzarella se resquebrajaba (demostrando su frescura) por dentro sin dejar hilachas mientras que la salsa de tomate romagnola lograba llevarme bien lejos de Buenos Aires para encontrarme en aquel piccolo ristorante de Gandria en la Suiza Italiana. Que Salsa! Que frescura! Que pasta! Ni por ventura me arriesgaría analizar ni opinar que especias había en la salsa romagnola, simplemente me dediqué a disfrutarla. Mientras degustaba mis sorrentinos, al lado mío estaban los ñoquis con salsa blanca. Estos ñoquis se presentaban en forma prisma sobre una salsa blanca suave y maleable, con una mínima porción de pimienta ya molida junto a una temperatura muy elevada, ideal para disfrutar los ñoquis sin cambios en su salsa blanca. Estos estaban perfectamente frescos, hechos en el día por supuesto.


Podrán ver que los platos principales habían logrado olvidarnos por completo de la problemática entrada y estábamos realmente disfrutando de una buena cena, cómodos en el box, charlando suavemente y olvidándonos del exterior. Esta combinación de situaciones era justamente el marco gastronómico que estaba buscando hacia tiempo y no podría haberse dado sin la asistencia perfecta del servicio de mozos.


Terminada la cena y retirada la mesa, se acerco el mozo con la carta de postres. Pudimos ver las propuestas pero las ganas de charlar superaban la ambición de lo dulce; por ende pedimos la cuenta pero luego de pagar reconocimos que estábamos tan cómodos que terminamos quedándonos 1 hora más en la mesa disfrutando de la noche. Nótese que el restaurante no estaba lleno y en ningún momento insistieron en traernos nuevamente la carta, algo de lo que fuimos muy agradecidos y lo reflejamos en la propina, aun cuando los precios de Cosecha son quizás demasiado elevados.


Igualmente hubo varias cosas que nos sorprendieron. A la hora de pagar se cobraron 9 pesos de cubierto por persona en la factura cuando la mesa no tenia mantel, los cubiertos estaban envueltos en una servilleta de material sintético de muy fino grosor y los platos se apoyaban directamente sobre la mesa, cuando el formato americano prioriza la falta del cobro de cubierto al enfatizar la presentación simple; esto hace de Cosecha el único restaurante que conozco que adhiera el formato norteamericano y cobre cubierto. Otro inconveniente fue la Frito Mixto de Mar; sugiero que retiren ese plato de la carta de manera URGENTE, no puede pasar otro día con la posibilidad de que otro comensal elija ese plato de $54.


Volvería a Cosecha? Absolutamente, debo probar todas las pastas de este restaurante.


Precio? $312


Datos Útiles: 4580-4253 http://www.cosecharestaurant.com.ar






photo by http://www.sonoflex.com/images/news/200808_04.jpg



http://www.club.lanacion.com.ar/imgs/6685.jpg

jueves, 1 de octubre de 2009

Ataque de "trapitos" 27/09/2009

Realmente fue muy chocante (pero no sorprendente) abrir el diario de hoy y encontrarse con la noticia de que tres “trapitos” atacaron con armas de fuego a un grupo de personas que se resistieron a ser extorsionadas frente a Perú Beach, Bajo de San Isidro. Dos de los agresores eran menores de edad y fueron entregados a sus familias a las pocas horas; el restante enfrenta cargos por agresión y abuso de armas de fuego. Del grupo de personas atacadas, dos fueron heridas y debieron someterse a cirugía.


Adjunto vínculos que explican en forma detallada lo ocurrido:


En lo personal, conozco Perú Beach y estoy familiarizado con los “trapitos” que se encuentran en la puerta ya que su violencia data desde antes del año 1997. Quizás algún vecino recuerde a aquel legendario “trapito” de pelo platinado que por esos años extorsionaba a los conductores con un caño de acero en la mano y gustaba destrozar los espejos retrovisores de aquellas personas que se negaban a pagar.


Hay que destacar que estos extorsionadores trabajan por la noche sobre la calle Elcano, que es la que da a la entrada del establecimiento Perú Beach. En cambio, no lo hacen sobre Juan Díaz de Solís, del otro lado de las vías del Tren de la Costa, porque… porque esta la comisaría obvio.



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El grupo de Cenar en Buenos Aires estableció dejar publicado este artículo durante los próximos 10 días, para dejar un espacio a la reflexión ante tal aberrante suceso. No se publicarán reseñas gastronómicos hasta entonces.


Todos los colaboradores de Cenar en Buenos Aires celebramos que nadie haya perdido la vida. Nos solidarizamos con los damnificados por el ataque de estos viles extorsionadores y les deseamos una pronta recuperación.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Heladeria Blancanieves

Blancanieves es una conocida heladería y panchería de barrio ubicada en Paunero 2024, Martínez; entre la Avenida Alvear y Ladislao Martínez, a una cuadra de la estación Martínez del ramal de tren Retiro-Tigre.


No es la primera vez que estamos en pleno viaje a algún restaurante y alguno de nosotros “tira” la idea de cancelar todo e ir a Blancanieves… lo de anoche no fue la excepción: a dos cuadras del primer destino gastronómico apareció la idea y fue aceptada al instante por todos. Hace mucho que no iba a este lugar y la propuesta, siendo el conductor del auto, me pareció fantástica. Si van por la noche siempre van a encontrar lugar sobre Alvear, sin importar el día de la semana. Nosotros estacionamos el auto sobre Paunero, casi esquina Alvear. Blancanieves es un clásico de la zona y existe desde que tengo memoria, jamás cambio la fisonomía y, salvo las personas que atienden, siempre fue igual.


Al llegar uno siempre encuentra a alguien sentado en las sillas de madera, debajo del techo blanco, comiendo un pancho o un helado aún en época invernal. Al abrir la gran puerta corrediza de vidrio y marcos amarillos, nos recibió el empleado encargado de panchos y el cajero de turno. Obviamente los mas antojados del grupo fueron los primeros en pedir sus panchos. La preparación se hace a la vista, en dos recipientes de aluminio sobre el mostrador conteniendo uno los panes (calentitos y esponjosos) y el otro las salchichas (cocción al vapor). Rápidamente el empleado preparo los 5 panchos con sus respectivas salsas a elección. Estas espectaculares salsas pueden ser de crema de cebollas, de queso, provenzal y Mostaza con miel. Nótese cuando vayan que la salsa de Mostaza y miel es marca SOZ. Acto seguido uno de nuestro grupo pidió un milkshake de frutilla que también fue preparado frente a nosotros y hecho al instante, de gran tamaño y muy muy espeso. Hay que destacar que la limpieza es algo muy tenido en cuenta por los dueños de Blancanieves, ya que todo siempre esta limpio y ordenado, no utilizan tablas de madera, el piso rara vez muestra líquidos, grasa o suciedad, siempre lavan los utensilios apenas terminado de usarlos y jamás dejan algo librado al azar.


Justo al terminar la elaboración de nuestro pedido, las dos sillas de madera que están en la calle se desocuparon y nos ubicamos para comer, cada uno con su pancho y las bebidas. Pueden imaginarse que “la comida” no tuvo mucha duración, pero si el tiempo que nos quedamos charlando ya que la ubicación de estas sillas, su comodidad y el clima, invitaban a quedarse. Siempre las sillas de madera tardan en desocuparse debido a que los clientes suelen quedarse mucho tiempo, lo cual no es problema ya que en el interior del local hay una gran bancada. También, al comer dentro del local, uno puede ver detrás de la caja como trabajan las maquinas de helado e imaginar (por lo menos en mi caso) el proceso, especialmente en el chocolate


Terminada la cena y al decidir que nadie iba a pedir un helado, nos dirigimos a la caja y pagamos. En Blancanieves no insisten con que uno pague primero y consuma después, algo sumamente agradable y poco común hoy en día, notando la vieja costumbre de un negocio familiar de los que pocos quedan.


Mientras nos retirábamos comentamos la gran diferencia que hay en el consumo de panchos con respecto a los helados; rara vez se ve a alguien comiendo helados, en cambio panchos hay por doquier. En lo personal, no soy muy fanático de los helados de Blancanieves, pero eso no significa que no sean ricos; La frambuesa y el mascarpone son para recomendar. Eso si, los precios son realmente caros, especialmente el pancho ya que no es grande pero, junto con la panchería Coquito, son lo mejores panchos de Buenos Aires.


El Precio? $6 el pancho, $15 el milkshake, $5 la lata de coca.


Datos útiles: 793-6824 http://www.hblancanieves.com.ar/
horario de atención de 12 a 24 horas





http://www.hblancanieves.com.ar/WebHome.jpg

lunes, 21 de septiembre de 2009

Itamae Sushi

Itamae Sushi es una cadena de restaurantes de comida japonesa. La sucursal visitada fue la de Avenida del Libertador 13652, Martínez; entre las calles Ladislao Martínez y Juan José Paso. Si van en auto desde San Isidro hacia Capital Federal por la Avenida Libertador, tengan cuidado porque no dispone de ningún cartel visible para el conductor y fácilmente uno puede pasarse. Nosotros tuvimos que estacionar en la esquina siguiente sobre Juan José Paso debido a que nos pasamos. Igualmente hay un estacionamiento dentro del lugar.


Conocí Itamae Sushi por medio de una interesante publicidad que apareció un día en mi buzón y desde entonces ya he utilizado el servicio de delivery en muchas oportunidades. Ante la satisfacción generada en repetidas ocasiones, el viernes pasado nos decidimos por conocer la sucursal de Martínez, invitando a una pareja amiga con previa reserva hecha el día anterior. Dicho y hecho, 9 y media de la noche ingresamos a esta anaranjada sucursal siendo recibidos por una recepcionista que, con una agradabilísima voz, nos indico el box en el que nuestros amigos nos esperaban.


Se acerco una moza ataviada de un delantal negro con líneas claras verticales, indicando que las cartas ya se encontraban en la mesa. Nos dejo tambien un dip de queso blanco y ciboulette con bastones de zanahorias en el centro de la mesa, para luego retirarse con celeridad. El dip era agradable a la vista y de gran tamaño, ideal para lo que suele ser la larga espera para una tabla de sushi; la combinación del dip con las zanahorias acompañaba la conversación y el sabor dejaba entretener. Las cartas que se encontraban a la derecha del plato son interesantes y novedosas; no se asuste si no la comprende al instante ya que esta diseñada de manera tal que todas las posibilidades de sushi queden al descubierto. Pedimos una tabla “Sushi n´ Roll” de 48 piezas y un Teppan-Yaki de Pollo (pollo salteado con arroz, salsa de soja y verduras al wok). Las bebidas fueron aguas, una Pepsi (¡no hay línea coca!) y una caipiroska para mi.


Hecho el pedido me pude dedicar a conocer este nuevo restaurante. Itamae Sushi es naranja y mas naranja, predomina este color en todos los ambientes pero siempre conjugando con el amarillo ocre y otros blancos de alguna iluminación perdida. Ojo, este color no perturba ni molesta, a mí me agradó mucho. Puede llegar a decirse que, con el correr de los años, el inconciente colectivo llevara a concluir que el naranja y la comida japonesa es Itamae Sushi. El box donde estábamos era cómodo, con una mesa de buen tamaño para poder contener todos los platos de los comensales pero sin quebrar conversación alguna. Arriba nuestro, una gran pajarera de madera revestida en su piso con una placa de naranja marmolado hacia de lámpara acertando en la ambientación, especialmente frente al destello amarillo que sucedía dentro; nos descubrió a todos varios minutos observándola y logrando ser parte de la conversación de la noche. Pude ver la barra en donde elaboraban el sushi ya que esta integrada al restaurante, dos señoritas eran las manos creativas de la cena dejando una nueva palabra en el vocablo gastronómico: Sushigirls… con mucha onda. En si uno puede notar que en Itamae Sushi el orden predomina, se puede notar a un caballero de traje que controla los movimientos de las mozas y la recepcionistas, colabora con los platos, ayuda en la barra; quizás se mueve mucho, un traje mas oscuro ayudaría mas. El movimiento de los empleados esta perfectamente orquestado.


Apareció de improvisto la tabla, el polla salteado y mi caipiroska (tarde), por ende el turismo debía terminar. La tabla era realmente grande al igual que las piezas y los rolls aparecían por todos lados, llenos de colores agasajando al comensal. Las piezas eran principalmente rolls, y niguiris, tal cual la foto que aparece en la pagina web del restaurante. Sin bien sabíamos lo que habíamos pedido, note que las makis eran quizás muy grandes, pero los niguiris de tamaño justo; este pensamiento fue compartido a viva voz entre todos en la mesa junto con el hecho irrevocable de que el queso utilizado distaba muchísimo de ser (o por lo menos parecerse) philadelphia. El arroz estaba preparado de forma normal y el corte del salmón sobre los niguiris era impecable, haciendo de los niguiris la mejor pieza de la tabla. También había unos rolls rebozados y calientes… quizás demasiados. El pollo salteado con arroz y verduras era genuino, muy muy rico; fácilmente podría haber salido de la cocina de Casita China. El arroz estaba crujiente y el pollo en cocción perfecta, junto a dejos de jengibre haciendo solicitar a la moza un poco de salsa agridulce. No es común que en los restaurantes de sushi uno encuentre sorpresas en los paltos principales, Itamae sobresale en este caso y por mucho. Todos terminamos probando del plato y compartiendo la misma conclusión: este arroz salteado con pollo era de maravillas. Sugiero que al chef le extiendan el contrato y no lo dejen ir, el potencial mostrado en el plato presentado no se encuentra todos los días, más aun en un restaurante de sushi. Por otro lado estaba el caipiroska, con una gran rodaja de lima en la decoración del trago que hacia colisión con mi nariz cada vez que me acercaba a tomarlo. El trago presentaba exceso de limas en la preparación y no destacaba en nada. No es algo dilapidario ya que había clase y dedicación en la mezcla, seguramente la próxima vez lo voy a encontrar mas sabroso.


-- “Anda a ver como es el baño y después contame”, me dijo por lo bajo mi amigo cuando volvió del mismo.
Obviamente deje todo en ese mismo instante y me retire raudamente a descubrir el misterio. Me encontré con el baño de restaurante más limpio y cuidado de todos los restaurantes que fui en mi vida. Como será de limpio que este párrafo es dedicado exclusivamente al baño. El piso estaba INMACULADO siendo las 10 y media de la noche y con el restaurante desbordando de gente. Los inodoros “spotless” y las uniones de los zócalos como si estuvieran recién instalados. Los lavabos se comparten fuera del baño y estaban… como decirlo… nuevos. El espejo no tenía ni una salpicadura. Me acerqué a una moza y tuve el atrevimiento de preguntarle cada cuanto limpian el baño; me indico que cada media hora. Volví a la mesa y al comentar lo sucedido, concluimos que hoy en día no se encuentran baños realmente limpios en los restaurantes de Buenos Aires, especialmente durante la noche.


Nos quedamos hasta tarde charlando y nunca se nos acercaron a ofrecernos la cuenta, inclusive al decidir que no íbamos a pedir postre. La atención fue magnifica.


Muchas conclusiones se pueden sacar de Itamae Sushi. El sushi es muy gustoso, clásico y acorde a su precio pero no es de primera clase, se nota en el queso que utilizan y en las piezas medio grotescas. Es un restaurante que intenta ofrecer sushi en tablas individuales en vez de tablas grandes y se nota con solo ver la carta; las tablas individuales son variadas en todas proporciones, en cambio la tabla de 48 piezas era de lo más aburrida. Se necesita desesperadamente en Itamae Sushi una tabla de 48 piezas al mismo precio que la “Sushi n´ Roll” pero con variedad. Los niguiris son los más ricos que probé hasta ahora y la próxima vez que vaya voy a pedir un buen combinado. El arroz salteado con pollo ya tuvo su espacio mas arriba en este articulo. El caipiroska no era bueno pero da a entender que el barman sabe de tragos y la próxima vez seguramente será sobresaliente. La atención es para recomendar, solo le falta un cartel que pueda ver el conductor desde el auto.


Recomiendo Itamae Sushi y me declaro habitué tanto de su restaurante como su delivery,


El Precio? $290 entre cuatro personas, propina incluida


Datos Útiles: Teléfono sucursal Martínez: 4898-9070 http:// www.itamaesushi.com.ar
Teléfono general 0810-777-4826



fotos by http://itamaesushi.com.ar/esp/restaurantes.php


lunes, 14 de septiembre de 2009

Morena

Morena es un restaurante de cocina internacional enfocada en pescados y mariscos, que queda sobre Av. Rafael Obligado 4899, Capital Federal. Dicho de otra manera, queda sobre la costanera, 200 metros antes del fin de la cabecera norte del Aeroparque Jorge Newbery, dentro de Puerto Norte y 20 metros luego del local nocturno Jet Lounge.


Luego de unas merecidas vacaciones y una intensa vuelta a la actividad laboral, se me acercó nuevamente un amigo para recordarme que era de mi obligación visitar Morena. Dicho y hecho decidimos hacer caso a la recomendación (o más bien orden amigable) y llegamos el viernes pasado al portón blanco de Puerto Norte a eso de las 21:30, sin reservas y con un hambre voraz. La entrada al restaurante es la misma entrada al puerto deportivo; al acercarnos con el auto apareció un portero que con una amplísima sonrisa nos facilito la entrada y nos indico que Morena estaba al final del muelle. Recorrimos el largo total pasando por los peines de lo barcos y al llegar al final entregamos el auto a los valet parking. Ni bien nos acercamos al alero de la entrada las puertas se abrieron de par en par de la mano de un recepcionista alegre, enmarcado por los destellos ocres y amarillos provenientes del interior.
-- “Muy buenas noches ¿Tienen reservación?”, pregunto cortésmente el trajeado recepcionista.
-- “No, no tenemos reservación”.
-- “Ningún problema, tenemos una mesa con excelente vista de la ciudad para ustedes, acompáñenme por favor”. El recepcionista dio media vuelta invitando a que lo sigamos y nos dirigimos hacia nuestra mesa. Apenas empezó el largo recorrido hacia nuestra mesa notamos que Morena es un restaurante “intimo”, en donde uno puede mantener una cena privada sin caos sonoro y con la luz lo suficientemente tenue como para dejar ver la comida, una circulación de aire fresco inmejorable y esa sensación de “encontré mi lugar” que solo muy pocos restaurantes nos pueden hacer sentir… y todo esto con solo haber hecho 4 cuatro pasos. Pudimos notar la amplia barra de sushi con su respectivo sushiman en pleno trabajo artesanal. Esa barra, de colores eléctricos y atrevidos, pedía a gritos que dejemos de lado la mesa prometida y nos instalemos allí; pocas veces las barras invitan a ser la primera opción y la barra de Morena garantiza una experiencia perfecta. Pasada la barra, nos sorprendimos al estar en plena cocina, algo que jamás me había pasado porque claro: ¡estábamos en un muelle! Esta cocina estaba separada por un vidrio que nos dejaba ver absolutamente cada detalle de la alquimia y como las manos de los cocineros se movían a toda velocidad, mientras los vapores se elevaban y disolvían en el aire. Continuamos hacia la escalera y ya en la planta superior nos dispusimos a sentarnos.


Ya con las extensas cartas en la mano, no nos tomo mucho tiempo elegir. Nos decidimos por dos entradas para compartir: Golosinas de Langostinos y Ostras Gratinadas, acompañadas por un martini de mi parte y una aburrida agua con gas para mi compañero de mesa. Fue extraño elegir tan rápido, realmente el cansancio de la semana y la necesidad de alimentarse pueden crear efectos asombrosos! De plato principal? Pedimos lo mismo, dos Fettuccine Marejada.


Fue recién cuando trajeron las bebidas que nos pudimos relajar y disfrutar del lugar. Morena esta pensado para cenar junto con la ciudad. La vista de Buenos Aires por la noche es excelente en este lugar ya que la las pequeñas luces que se extienden desde el techo tapizado de telas permiten un mínimo reflejo en el vidrio. Estas luces parecen finas ramificaciones de hierro que caen del techo, perdiéndose en la vista y apareciendo como suspendidas en el aire. Note que si bien había concurrencia en el lugar, confirmaba mi primera sensación de Morena: es un lugar donde me siento separado del resto de las mesas y a la misma vez integrado al restaurante. El fundamento es la espectacular aislacion sonora producida por las telas en el techo que logra eliminar su contraparte del vidrio. La mesa estaba perfectamente presentada con su correcto plato para el pan y junto a un detalle para aplaudir: la vela en la mesa estaba rodeada por un vidrio de volados traslucidos y pinceladas de colores, proporcionando un destello que no encandilaba y tenia la misma intensidad que la iluminación del lugar. Junto a la mesa estaba ubicada un taburete de menor altura para las bebidas, la cual permitía alejar las botellas de la mesa pero siempre al alcance de la mano, evitando separaciones y creando una mejor atmósfera.


A todo esto el restaurante estaba lleno, no había ruido, no nos invadían los olores provenientes de los platos en otras mesas, había una perfecta circulación de aire (inclusive estando en la planta más elevada) y la temperatura ambiente estaba regulada a la perfección.


Se acerca un mozo con el respectivo (y muy agradecido) cubierto para mariscos y nos presenta las entradas. Nosotros habíamos ordenado que cada plato tenga de las dos entradas para evitar desmanes y fue cumplido sin ningún problema, mostrando en cada plato los langostinos y las ostras. Los langostinos eran de un increíble tamaño; estaban rebozados sin presentar dejos de aceite ni grasa y se coronaban con una generosa porción de caviar negro, reposaban sobre una crema de batata ESPECTACULAR. Esa salsa lograba algo completamente revolucionario, confirmando la vieja teoría de que “la salsa lo es todo”. Obviamente los langostinos eran deliciosos y bien secos, pero la salsa de batata… vamos a volver a probar esa salsa cualquier día de estos. Las ostras no se quedaban atrás ya que se lograba apreciar el queso sin perder en la degustación la carne de la ostra, fundiendo los dos elementos y sin predominancia del queso. Esto merece un aplauso ya que el queso gratinado era duro, por ende de sabor más salado y agresivo; el chef había logrado la comunión de ambos. A todo esto el martini había sido preparado de manera correcta pero no concordaba con la entrada, el error fue mío y lo admito, debería haber pedido algo más suave.


Note que los tres mozos nos atendían en ningún momento nos descuidaban; estaban atentos y comentaban entre ellos las ordenes de cada mesa para tener un correcto control de su servicio. Pocas veces un restaurante logra que los mozos conversen y se actualicen entre ellos sobre las mesas que atienden, esto muestra que los empleado trabajan en un buen ámbito laboral generando mejor calidad, mejor servicio y todo se comprueba en el paladar del cliente.


De pronto desaparecieron los platos de las entradas y dos platos vaporosos aparecieron frente a cada uno. Cada plato mostraba un sinfín de mariscos por doquier, envueltos entre fettuccines que a simple vista se notaban al dente. Vieyras, centolla, calamaretis y langostinos aparecían por todo el plato mientras la conversación ya se había anulado. La cocción de los mariscos estaba lograda en conjunción, aun cuando cada elemento requiere diferentes tiempos y formas, mostrando un plato simple para el comensal pero de elaborada cocción para el chef. La salsa? Las salsas de Morena con la frescura de los mariscos pueden hacer temblar a cualquier restaurante de Puerto Montt, y lo digo sin tapujos. El caviar se perdía entre la salsa pero los mariscos me arrancaban de Buenos Aires y me llevaban a unas viejas vacaciones en el mar. Solo piensen en el nombre: “Fettuccines Marejada”, el nombre lo dice todo. Ya habíamos dejado de hablar hace rato para quedarnos mirando el plato mientras cenábamos. Comer y mirar la comida sin interrupción de una conversación transmite secretamente la satisfacción de un cliente… ¿Será también por eso que en Morena se encuentra la aislación sonora perfecta?


Felices con nuestra comida y comentando sobre la misma, ya estaba decidido que teníamos que probar el postre; si las entradas y el plato principal habían sido majestuosos, también lo tenían que ser los postres. Cheesecake para un lado y Marquisse con sabayón de menta para el otro. Dicho y hecho, mi marquisse con sabayón de menta era como un After Eight gigante, solo que mas frío, mas grande, mas divertido, con mas menta y muchísimo mas rico (si, mucho mas rico, se que es difícil de creer pero es la realidad). Cuando mi amigo probó mi postre no lo podía creer, no había ni probado su cheesecake y ya quería cambiarla por mi Marquisse!!! El cheesecake era normal, pero la Marquisse lo opacaba de tal manera que tuve que compartirle el plato ante la fuerte insistencia. Solo toco su torta cuando hubo terminado MI postre.

Morena es un restaurante diferente a lo que uno conoce y no me fue fácil escribir este artículo, tanto por la locación como por sus platos. Presenta una barra para sushi y tragos junto con un restaurante de formato clásico pero de extrovertida locación. Yo encontré sabores nuevos, junto con una atención personalizada y oculta a los ojos de los clientes, logrando que el comensal de olvide del mozo e inconscientemente confíe ciegamente en su servicio. Los sabores al ser nuevos, logran orientar a Morena como restaurante a volver, ya que la curiosidad y la sed por lo nuevo, lo perfecto y lo delicioso son irresistibles.


El precio? $295 sin propina entre dos


Datos Útiles: teléfono 4786-0204 o 4788-2521 http://www.morenabeach.com.ar/


fotos by http://www.morenabeach.com.ar/morena-esp.html



fotos by http://www.morenabeach.com.ar/morena-esp.html



http://www.morenabeach.com.ar/imgs/mapa.png

domingo, 26 de julio de 2009

Deriva

Deriva es un restaurante que queda sobre Dardo Rocha 2290, Martínez, entre las calles Bogota y Caracas, justo enfrente al Hipódromo de San Isidro.


Es inevitable pasar manejando en el auto por Unidad Nacional (o mal llamada Thames) y no voltear la cabeza ante el increíble espacio abierto de Deriva. Si bien no logré ver el nombre del lugar de pasada mientras manejaba, recién a la tercera o cuarta vez que pase me decidí a salirme de la avenida y bordear por Dardo Rocha para tener una imagen mas clara y satisfacer mi curiosidad. Una simple mirada de reojo a 20 kilómetros por hora en al auto bastaron para confirmar que Deriva seria mi próximo restaurante a visitar.


El viernes pasado fue el día elegido para conocer Deriva y como teníamos el auto bastante cargado, siendo 20:30 y con una valija de viaje en el baúl, no dudamos en estacionar frente al restaurante sobre Dardo Rocha en donde tenía la seguridad de que no me sorprendería con algún vidrio roto en mi auto; el “trapito” (como todos los de Dardo Rocha, desde la Panamericana hasta la Avenida Santa Fe) no es extorsionador, es educado y recibe a todos con una sonrisa. Ya estacionado el auto, fue imprescindible frenar sobre la vereda para contemplar la entrada al lugar, el diseño del jardín con sus macetas impecablemente ubicadas jugando con la iluminación, el gran espacio abierto de este stud reciclado y finalmente comprender que Deriva es realmente (y a simple vista) un “multiespacio” como señala su pagina Web. Uno camina despacio cuando entra para observar los costados del lugar y como, lo que fueron boxes para caballos, esperan transformados para albergar un negocio. De pronto aparece el restaurante como una isla en medio de este gigante stud, con vidrios grandes y altos, generando en nosotros unas insistentes ganas de entrar y conocer como seria estar dentro de ese gran cubo vidriado, lleno de luces calidas y ocres frente al frío que resplandecía desde los grandes ventanales.


Apenas entramos, rápidamente pude comprobar que las grandes ventanas no resplandecían el terrible frío que hizo la noche del viernes pasado y estaban perfectamente aisladas termicamente, mientras lograban evitar una separación entre exterior y el interior, como si estuviéramos por comer a la intemperie. También la altura del techo se destaca y el centro de este gran cubo esta tapizado con botellas de vino en reposo, dejando la visual bien cargada ante el vacío que deja el espacio del lugar, realmente un deleite a la vista. Podría decirse que Deriva tiene un diseño de vanguardia excepcional, increíble; tranquilamente podría estar en pleno centro de Berlín.


-- “Es como estar dentro de un render de 3D Studio” pensé en voz alta.
(NOTA DEL AUTOR: 3D Studio es un programa de diseño en tres dimensiones que se usa tanto en arquitectura como en diseño).


A la misma vez que disfrutábamos el lugar esperábamos a que nos recibieran, y al no recibir ni un “hola” o un “buenas noches” de las tres mozas paradas en la entrada (que nos miraron por un momento y se volvieron para seguir charlando), supusimos que “la onda” del lugar es elegir la mesa por cuenta propia. Caminamos por el lugar, despacio, disfrutando de los detalles pequeños de la decoración (que son geniales) y notamos que muchas de las mesas tenían la nota de “RESERVADO”; fue entonces cuando volvimos a mirar a las mozas y a la barra para poder establecer algún tipo de comunicación (por lo menos algún contacto visual) y solo recibimos la mirada atenta de las tres mozas que seguían paradas en donde estaban observándonos como esperando a que nos sentáramos.
-- “Que raro que no venga nadie con tantas mesas ya reservadas ¿Ves alguna que no tenga cartelito?” pregunto Ella.
Dicho y hecho, pasados unos 5 minutos de haber entrado en Deriva, encontramos una mesa sin el aviso.


Justo en el momento en que nos disponemos a ceder fuerza en los ligamentos frontales de las rodillas para sentarnos, se nos acerca al trote una de las mozas. Esta misma, con el tono mas despectivo, desubicado, maleducado y altanero posible, exactamente igual la de una colegiala histérica que aparece en una novela adolescente de canal de aire argentino, nos dice en excesivo volumen:
-- “Esta todo reservado chicos, no hay lugar, esta todo ocupado”
Quedé estupefacto. Miré a Ella y tenía una cara de asombro impresionante. Miramos los dos a la moza y comprobamos que nos observaba con cara de: “¿No entienden lo que les digo?". A la moza solo le faltaba masticar un chicle con la boca abierta mientras nos miraba y ya se completaba el círculo. Al terminar la frase se acerca mas aun a la mesa con intenciones de volver a ordenar lo que nunca habíamos desordenado, tocado o hecho, como si fuéramos a contaminar el cosmos mágico de la mesa mientras nosotros, ya parados, nos mirábamos sin poder modular palabra. Fueron unos 10 segundos de silencio y asombro cuando apareció un caballero con barba, de unos treinta años y con una voz sumamente agradable.
-- “Buenas noches, estamos con todo el restaurante reservado, les pido disculpas pero no tenemos una mesa para darles” dijo el señor mientras la moza miraba con cara de “¿Ven que tengo razón?” El caballero fue una bendición, gracias a Dios apareció en ese momento


Sin poder decir palabras y con asombro nos dirigimos a la puerta, la abrimos nosotros y… nos fuimos


Al caminar unos metros, me preguntó si yo estaba tan nervioso como Ella, a la cual le respondí:
-- “A mi no me molesta que todas las mesas están ocupadas y que me tenga que ir, en absoluto, vinimos sin reserva, es completamente comprensible. Lo que no entiendo es como no hay una recepcionista en al puerta para recibirte, o porque esas tres mozas que nos vieron entrar ni se acercaron a nosotros por lo menos para decir un “hola” o para preguntarnos si teníamos reservación.”
-- “¿Y la moza? Ni que estuviéramos mal vestidos” me volvió a preguntar.
-- “El tono de la moza fue de lo mas asqueroso ¿Qué le pasaba a esa mujer? ¿Estaba teniendo un mal día? No entiendo la necesidad de tratarnos de manera repulsiva, fue insultante ¿Viste como movia los hombros cuando nos hablaba? Lo mas gracioso es que me escucho hablar y parece increíble lo que nos acaba de pasar. Nos acaban de echar como ratas cuando con un poco de educación y sentido común se nos comunicaba la situación de la casa y nos retirábamos con ganas de volver. Es mas, nos quedábamos con la curiosidad!!!”.
-- “La verdad que me siento muy mal, esa moza me dejo con una sensación muy amarga”.


Di media vuelta, entre al restaurante y para el colmo se me acerca una señora rubia presentándose como la recepcionista y me pregunta si tenia reservación.
-- “¿Donde estuvo usted estos últimos veinte minutos?” pregunte ya bastante alterado.
Le conté lo ocurrido, le recomendé hacer algo con esa moza despectiva, deje una tarjeta de CENAR EN BUENOS AIRES recomendándole que ingrese a la página el día domingo y me fui. Estaba demasiado nervioso para mantener una conversación normal.


Nos quedamos muy muy mal, alterados de forma innecesaria. Nosotros vivimos de restaurante en restaurante y nos han pasado un sinfín de situaciones tanto agradables como desastrosas; lo que pasó en Deriva fue como el diseño del lugar: de vanguardia!!! El hecho de que el Gerente o Dueño no puedan controlar a su recepcionista durante 20 minutos en el horario mas importante de la noche y contrate a una moza como la que nos atendió, me genera un terrible rechazo de volver.


No recomiendo ir a Deriva. En lo personal no quiero volver nunca más.


Datos Útiles: 4836-0082/0084 http://www.derivasi.com.ar/



fotos by http://www.lanacion.com.ar/archivo/anexos/fotos/97/341197.jpg



http://www.lanacion.com.ar/archivo/anexos/fotos/59/341159.jpg